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CUANDO TE PONGO EN LA BOCA UN SENO/ Salomón Borrasca

Cuando le haces poses al espejo
con tu pequeña minifalda roja
me le acerco y tu te sonrojas
porque te pongo en la boca un seno.

No te me asustes es tan solo un juego
me unté en los labios brillo escarlata.
deja que caiga tu hermoso pelo
sobre la parte que suplica tu agua.

Quita mis pantis porque ya me mojo
este es el néctar que botó la rosa
y en este juego de las mariposas
yo hago las veces de esposo y esposa.

SALOMÓN BORRASCA




LABIOS DE SEDA / Salomón Borrasca


Busco el olor de unos labios
que extraviaron mis deseos,
eran pálidos, labios de seda,
silvestres como palmichas
y tímidos como pájaros.
Varias noches los tuve cerca,
tan cerca que pude olerlos
olían a sándalo,
mi lengua hambrienta
se los bebió bajo las albas
eran salvajes como ella,
eran vampiros en mi vagina
que con mis mieles se alimentaban,
perversos como las calles que recorría
y las esquinas en que se me desnudaba.
Labios de seda,
labios furtivos,
que extraviaron mis deseos.
Salomòn Borrasca



LUNA EN LLAMAS / Salomón Borrasca

La luna está envuelta en una llama roja,
bostezas y me erizo al percibir tu hálito,
tus senos lucen frescos como helechos en la madrugada,
paso mi lengua por tu espalda,
chispeante desierto
e inhalo tu vapor salobre,
lamo tu labio herido en la furia de los mentones
y recuerdo algunos vinos.
La luna sigue en llamas,
violento tus pieles
y eyaculo en tu luna
un gran chorro de fuego.




LA NOCHE DE LOS DESEOS / Salomón Borrasca


Esta noche será larga,
el olor de la calle me seduce,
saco las manos por la ventana
y la lluvia las moja.
Hay noches que miro la avenida
y siento que mis carnes vibran
al ritmo de las luces,
tengo tentaciones, deseos indescifrables,
ganas de fumarme un cigarrillo,
ansias de amanecerme en la calle,
ganas de bañar mi cuerpo en vaselina
para hacer muchas cosas prohibidas
entre las sombras de la madrugada,
tengo ganas de desbordarme.

Salomón Borrasca





VAGINAS ARDIENTES / Salomón Borrasca

Necesito de ti porque despiertas
el volcán que en mi piel había dormido
porque clavas tu lengua con violencia
como un huracán enfurecido.

Necesito de ti porque eres bella
porque ríes cuando es ruda mi suerte
por tu lengua delgada que es muy diestra
por tus dedos sedosos tan ardientes.

Necesito de ti loba salvaje
de tu modo de amar tan primitivo,
necesito de ti como el paisaje
necesita de el viento y el rocío.

Salomón Borrasc


Lésbica / Salomón Borrasca


Deja caer tus senos en mis senos,
que nuestros pubis, mojados caracoles,
en un ritual de desagravio a Lesbos,
ebrios de éxtasis tan tiernos se fusionen.

Al resbalar tus yemas oh Sirena
mi humedal fluvioso se erosiona,
como una alud de alondras y violetas
tu cabellera mi cuerpo aprisiona.

En ese rito, proscrita mariposa
en que te entrego mis mieses de doncella
las hadas que son tan pudorosas
nos cubren con sábanas de seda.

Salomón Borrasca


EN EL MUELLE DE TUS CARNES / Salomón Borrasca

Naufragué como un barco en tus caderas,
condenada al exilio de tu cuerpo,
resbalé por tu piel color canela
que exhalaba fragancias en el viento.

Al bajar al canal de tu cintura
vi la sed de tus labios lujurientos,
yo bañé con sudor tu piel desnuda
y quemaste mis senos con tu aliento.

Me dormí en tu playa de quimeras,
el ocaso pintó de gris la tarde,
sepultamos las piernas en la arena
ante el juego de estrellas en el aire.
Salomón Borrasca.

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POEMAS LÉSBICOS DE AMOR DE SALOMÓN BORRASCA ( estos no tienen censura de Google )

EL SECRETO QUE NO REVELARÈ/ Salomòn Borrasca


Si estuviera a mi lado no podrìa
repetirte las frases que marquè.
en las hojas cuarteadas de ese libro
en que se ha convertido mi pared.

Si leyeras las cosas que te escribo
en las cartas que nunca te enviarè
y en el diario que sirve de testigo
del secreto que no te revelè.

Si algùn dìa volvieras a mi lado,
sonreirìa sirvièndote un cafè,
y sabrìa el dolor disimularlo,
pues contarte el secreto para què...

Salomòn Borrasca


LA CARTA / Salomòn Borrasca


Escribèle una carta al ser que te ama tanto
y dime que me amas aunque no sea verdad.
Dime que soy culpable de que tu llores tanto
què importa en esta ausencia una mentira màs.

Escrìbeme una carta y dime en la posdata
si existe una manera para vivir sin tì,
si hay una receta para borrar de mi alma
la gloria que sembraste cuando llegaste a mì.

Salomòn Borrasca






OLOR A AUSENCIA / Salomòn Borrasca


Tengo miedo que un dìa al despertarme
no perciba a mi lado tu presencia
que las frases que dices al mimarme
en mi alcoba vacìa no se sientan.

Si se acaba el encanto de tu risa,
con que cada mañana me despiertas.
Dime amor yo como evitarìa
el tormento inevitable de tu a usencia.

Salomòn Borrasca
TE OLVIDARÈ / Salomòn Borrasca

Yo olvidarè tu amor sin reprocharte
el que tu amor tan solo me de penas,
como el soldado se olvida que lo esperan
como el gorriòn olvida ciertas tardes
yo olvidarè tu amor aunque me muera.

Yo olvidarè tu amor que fue tan puro
como las tardes de sol y de violetas.
Aunque padezca, pues tambièn me abrumo,
yo olvidarè tu amor sin odio alguno
con la grandeza del mejor poeta.

Salomòn Borrasca

ANTES QUE VOLVIERAS TU / Salomòn Borrasca


Hoy despuès de tantos años vienes a tocar mi puerta.
en la calle està lloviendo, lloraràs al descubrir
al tratar de darme un beso en mi piel algo reseca
que despuès de tanta espera aprendì a vivir sin tì.

Olvidarte no fue fàcil, te busquè con sufrimiento
en las hojas que caìan del frondoso aguagatal,
caminè tardes enteras por caminos polvorientos
sin temerle a la ventisca, al ciclòn ni al huracàn.

Varias noches de menguante estuve al pie de la ventana
esperàndo que entraràs por la puerta de bambù,
se volviò blanco mi pelo, la espera se prolongaba
y florearon los naranjos antes que volvieras tù.

Salomòn Borrasca


SULEIMAN / Salomòn Borrasca


Suleiman, de niña tenìas sueños de princesa,
mirabas el sol de los venados
y dibujabas mariposas,
sembraste muchos sueños en octubre
pero un engaño de amor lo destruyò todo.
Eres princesa
pero de el màs barato de los bares.
Tu belleza inocente se perdiò
en la maldita madrugada del viernes.
Suleiman, la vida es menos que un soplo,
un sueño futil que nos traiciona a todos.
Las esperanzas de agosto
siempre mueren en septiembre.
Suleiman, mariposa de lata
que en las noches vendes
el moho perverso de tus alas.

Salomòn Borrasca.





LA QUE INSPIRÒ MIS VERSOS / Salomòn Borrasca

Volveràn las noches de apacibles cielos
y vendrà el invierno despuès del estìo
pero nunca màs sobre el pecho mìo
dormirà la niña que inspirò mis versos.

En su breve sueño el errante ciego
verà un sol radiante sobre su camino,
pero nunca màs volverà conmigo
la preciosa niña que inspirò mis versos.

Volveràn las mirlas al tupido almendro,
tejeràn sus nidos bajo un sol cansado,
pero nunca màs volverà a mi lado
la preciosa niña que inspirò mis versos.

Salomòn Borrasca






ESAS MENTIRAS TUYAS / Salomón Borrasca

Me mientes cuando dices que me amas,
las caricias que me ofreces son fingidas,
se que mientes cuando afirmas que me estrañas
y los besos que me das son de mentiras.





CUANDO YA NO ME QUIERAS / Salomòn
Borrasca


Cuando ya no me quieras y tu olvido me duela
y me enfrìe la espalda como sàbana frìa,
què me importa el perfume de la tarde que llega
o el recuerdo que dejas en mi cama vacìa.


Cuando ya no me quieras, què me importa la vida
què me importa el verano de la garza que vuela,
que si llueve de noche, si son largos los dìas,
queé me importa la vida cuando ya no me quiera

BIOGRAFÍA DE SALOMÓN BORRASCA


Soy lesbiana y puta desde que tengo uso de razón, me gano el café de cada día en los tétricos hostales de la perdición. Me he debatido en duelos napoleónicos con amantes feroces en los catres de las casas de cita de los barrios olvidados, abro las patas en cualquier poste o cañada. Les deseo la muerte a los que me elogian y larga vida a los que me vituperan. Aprendí a sumar contando granos de maíz, amo la estirpe de los poetas malditos y vivo muy apenada con Dios por ser atea.




lunes, 14 de noviembre de 2011

GABRIELA MISTRAL / BIOGRAFÍA





(Seudónimo literario de Lucilia Godoy; Vicuña, Chile, 1889 - Nueva York, 1957) Poetisa y educadora chilena. Hija de un maestro de escuela, con dieciséis años Gabriela Mistral decidió dedicarse ella también a la enseñanza; trabajó como profesora de secundaria en su país y como directora de escuela.

Gabriela Mistral se dio a conocer en los Juegos Florales de Chile en 1914 con el libro de poemas Los sonetos de la muerte, nacidos del dolor causado por el suicidio de su prometido, el empleado ferroviario Romelio Ureta, a quien había conocido en 1906. Estos sonetos fueron incorporados en 1922 a una colección más amplia de sus versos realizada por el Instituto Hispánico de Nueva York bajo el título de Desolación.


Gabriela Mistral

Ese mismo año dejó Chile para trasladarse a México, a petición del gobierno de este país, con el fin de que colaborara en la reforma de la educación iniciada por Vasconcelos. En México, Gabriela Mistral fundó la escuela que lleva su nombre y colaboró en la organización de varias bibliotecas públicas, además de componer poemas para niños (Rondas de niños, 1923) por encargo del ministro de Instrucción Pública mexicano, y textos didácticos como Lecturas para mujeres (1924).

Terminada su estancia en México, viajó a Europa y a Estados Unidos, y en 1926 fue nombrada secretaria del Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones. Paralelamente, fue redactora de una revista de Bogotá, El Tiempo (sus artículos fueron recogidos póstumamente en Recados contando a Chile, en 1957), representó a Chile en un congreso universitario en Madrid y pronunció en Estados Unidos una serie de conferencias sobre el desarrollo cultural estadounidense (1930). En 1945 Gabriela Mistral recibió el Premio Nobel de Literatura.

La poesía de Gabriela Mistral

De tendencia modernista en sus inicios, su poesía derivó hacia un estilo personal, con un lenguaje coloquial y simple, de gran musicalidad, y un simbolismo que conecta con una imaginería de tradición folclórica. En sus obras expresó temas como el sufrimiento o la maternidad frustrada, así como inquietudes religiosas y sociales que responden a su ideología cristiana y socialista.

La obra de Mistral, en efecto, pasó por distintas etapas relacionadas con la temática y el estilo literario. En un primer momento, con la publicación de Desolación, existe un fuerte predomino del sentimiento sobre el pensamiento a la vez que una cercanía muy estrecha con lo religioso. En este libro aborda el tema del amor desde su propia experiencia trágica: la muerte de su amante.

En otra de sus producciones, Ternura (1924), la poetisa realiza una fusión de cuerpo y alma a través de la maternidad. Existe una pérdida real en el adulto: la infancia, que es restituida, en parte, a través del lenguaje. Este libro, dedicado a su madre y hermana, está dividido en siete secciones: Canciones de Cuna, Rondas, La Desviadora, Jugarretas, Cuenta-Mundo, Casi Escolares y Cuento. Muchos de sus poemas -relacionados con niños- quedaron recogidos en sus poemarios Desolación y Lectura para Mujeres.

En 1938 apareció Tala, en la que está presente la cosmovisión dolorosa de Desolación. En 1954 apareció en Chile su siguiente colección de poemas, Lagar. Con anterioridad, habían aparecido dos antologías suyas, una en 1941 y otra en 1950, titulada Pequeña Antología. En esta obra estarían presentes todas las muertes, las tristezas, las pérdidas y el sentimiento de su propio fin. Éste fue el último texto que publicó en vida.

De aquí en adelante se publicarían muchos más textos recopilatorios de las poesías de la Mistral. Algunos de ellos son: Antología (1957), Recados: contando a Chile (1957), Los Motivos de San Francisco (1965), Poema de Chile (1967), Cartas de Amor de Gabriela Mistral (1978) y Gabriela Mistral en el Repertorio Americano (1978), entre otros muchos.

JORGE LUIS BORGES / BIOGRAFÍA







Nació en Buenos Aires, 1899 - Ginebra, Suiza, 1986) Escritor argentino. Jorge Luis Borges procedía de una familia de próceres que contribuyeron a la independencia del país. Su antepasado, el coronel Isidro Suárez, había guiado a sus tropas a la victoria en la mítica batalla de Junín; su abuelo Francisco Borges también había alcanzado el rango de coronel.

Pero fue su padre, Jorge Borges Haslam, quien rompiendo con la tradición familiar se empleó como profesor de psicología e inglés. Estaba casado con la delicada Leonor Acevedo Suárez, y con ella y el resto de su familia abandonó la casa de los abuelos donde había nacido Jorge Luis y se trasladó al barrio de Palermo, a la calle Serrano 2135, donde creció el aprendiz de escritor teniendo como compañera de juegos a su hermana Norah.

En aquella casa ajardinada aprendió Borges a leer inglés con su abuela Fanny Haslam y, como se refleja en tantos versos, los recuerdos de aquella dorada infancia lo acompañarían durante toda su vida. Apenas con seis años confesó a sus padres su vocación de escritor, e inspirándose en un pasaje del Quijote redactó su primera fábula cuando corría el año 1907: la tituló La visera fatal. A los diez años comenzó ya a publicar, pero esta vez no una composición propia, sino una brillante traducción al castellano de El príncipe feliz de Oscar Wilde.

En el mismo año en que estalló la Primera Guerra Mundial, la familia Borges recorrió los inminentes escenarios bélicos europeos, guiados esta vez no por un admirable coronel, sino por un ex profesor de psicología e inglés, ciego y pobre, que se había visto obligado a renunciar a su trabajo y que arrastró a los suyos a París, a Milán y a Venecia hasta radicarse definitivamente en la neutral Ginebra cuando estalló el conflicto.

Borges era entonces un adolescente que devoraba incansablemente la obra de los escritores franceses, desde los clásicos como Voltaire o Víctor Hugo hasta los simbolistas, y que descubría maravillado el expresionismo alemán, por lo que se decidió a aprender el idioma descifrando por su cuenta la inquietante novela de Gustav Meyrink El golem.

Hacia 1918 lee asimismo a autores en lengua española como José Hernández, Leopoldo Lugones y Evaristo Carriego y al año siguiente la familia pasa a residir en España, primero en Barcelona y luego en Mallorca, donde al parecer compuso unos versos, nunca publicados, en los que se exaltaba la revolución soviética y que tituló Salmos rojos.

En Madrid trabará amistad con un notable políglota y traductor español, Rafael Cansinos-Assens, a quien extrañamente, a pesar de la enorme diferencia de estilos, proclamó como su maestro. Conoció también a Valle Inclán, a Juan Ramón Jiménez, a Ortega y Gasset, a Ramón Gómez de la Serna, a Gerardo Diego... Por su influencia, y gracias a sus traducciones, fueron descubiertos en España los poetas expresionistas alemanes, aunque había llegado ya el momento de regresar a la patria convertido, irreversiblemente, en un escritor.

De regreso en Buenos Aires, fundó en 1921 con otros jóvenes la revista Prismas y, más tarde, la revista Proa; firmó el primer manifiesto ultraísta argentino, y, tras un segundo viaje a Europa, entregó a la imprenta su primer libro de versos: Fervor de Buenos Aires (1923). Seguirán entonces numerosas publicaciones, algunos felices libros de poemas, como Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929), y otros de ensayos, como Inquisiciones, El tamaño de mi esperanza y El idioma de los argentinos, que desde entonces se negaría a reeditar.

Durante los años treinta su fama creció en Argentina y su actividad intelectual se vinculó a Victoria y Silvina Ocampo, quienes a su vez le presentaron a Adolfo Bioy Casares, pero su consagración internacional no llegaría hasta muchos años después. De momento ejerce asiduamente la crítica literaria, traduce con minuciosidad a Virginia Woolf, a Henri Michaux y a William Faulkner y publica antologías con sus amigos. En 1938 fallece su padre y comienza a trabajar como bibliotecario en las afueras de Buenos Aires; durante las navidades de ese mismo año sufre un grave accidente, provocado por su progresiva falta de visión, que a punto está de costarle la vida.

Al agudizarse su ceguera, deberá resignarse a dictar sus cuentos fantásticos y desde entonces requerirá permanentemente de la solicitud de su madre y de su amigos para poder escribir, colaboración que resultará muy fructífera. Así, en 1940, el mismo año que asiste como testigo a la boda de Silvina Ocampo y Bioy Casares, publica con ellos una espléndida Antología de la literatura fantástica, y al año siguiente una Antología poética argentina.

En 1942, Borges y Bioy se esconden bajo el seudónimo de H. Bustos Domecq y entregan a la imprenta unos graciosos cuentos policiales que titulan Seis problemas para don Isidro Parodi. Sin embargo, su creación narrativa no obtiene por el momento el éxito deseado, e incluso fracasa al presentarse al Premio Nacional de Literatura con sus cuentos recogidos en el volumen El jardín de los senderos que se bifurcan, los cuales se incorporarán luego a uno de sus más célebres libros, Ficciones, aparecido en 1944.

Vicisitudes públicas

En 1945 se instaura el peronismo en Argentina, y su madre Leonor y su hermana Norah son detenidas por hacer declaraciones contra el nuevo régimen: habrán de acarrear, como escribió muchos años después Borges, una "prisión valerosa, cuando tantos hombres callábamos", pero lo cierto es que, a causa de haber firmado manifiestos antiperonistas, el gobierno lo apartó al año siguiente de su puesto de bibliotecario y lo nombró inspector de aves y conejos en los mercados, cruel humorada e indeseable honor al que el poeta ciego hubo de renunciar, para pasar, desde entonces, a ganarse la vida como conferenciante.

La policía se mostró asimismo suspicaz cuando la Sociedad Argentina de Escritores lo nombró en 1950 su presidente, habida cuenta de que este organismo se había hecho notorio por su oposición al nuevo régimen. Ello no obsta para que sea precisamente en esta época de tribulaciones cuando publique su libro más difundido y original, El Aleph (1949), ni para que siga trabajando incansablemente en nuevas antologías de cuentos y nuevos volúmenes de ensayos antes de la caída del peronismo en 1955.

En esta diversa tesitura política, el recién constituido gobierno lo designará, a tenor del gran prestigio literario que ha venido alcanzando, director de la Biblioteca Nacional e ingresará asimismo en la Academia Argentina de las Letras. Enseguida los reconocimientos públicos se suceden: Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cuyo, Premio Nacional de Literatura, Premio Internacional de Literatura Formentor, que comparte con Samuel Beckett, Comendador de las Artes y de las Letras en Francia, Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina, Premio Interamericano Ciudad de Sèo Paulo...


Jorge Luis Borges

Inesperadamente, en 1967 contrae matrimonio con una antigua amiga de su juventud, Elsa Astete Millán, boda de todos modos menos tardía y sorprendente que la que formalizaría pocos años antes de su muerte, ya octogenario, con María Kodama, su secretaria, compañera y lazarillo, una mujer mucho más joven que él, de origen japonés y a la que nombraría su heredera universal. Pero la relación con Elsa fue no sólo breve, sino desdichada, y en 1970 se separaron para que Borges volviera de nuevo a quedar bajo la abnegada protección de su madre.

Los últimos reveses políticos le sobrevinieron con el renovado triunfo electoral del peronismo en Argentina en 1974, dado que sus inveterados enemigos no tuvieron empacho en desposeerlo de su cargo en la Biblioteca Nacional ni en excluirlo de la vida cultural porteña.

Dos años después, ya fuera como consecuencia de su resentimiento o por culpa de una honesta alucinación, Borges, cuya autorizada voz resonaba internacionalmente, saludó con alegría el derrocamiento del partido de Perón por la Junta Militar Argentina, aunque muy probablemente se arrepintió enseguida cuando la implacable represión de Videla comenzó a cobrarse numerosas víctimas y empezaron a proliferar los "desaparecidos" entre los escritores. El propio Borges, en compañía de Ernesto Sábato y otros literatos, se entrevistó ese mismo año de 1976 con el dictador para interesarse por el paradero de sus colegas "desaparecidos".

De todos modos, el mal ya estaba hecho, porque su actitud inicial le había granjeado las más firmes enemistades en Europa, hasta el punto de que un académico sueco, Artur Ludkvist, manifestó públicamente que jamás recaería el Premio Nobel de Literatura sobre Borges por razones políticas. Ahora bien, pese a que los académicos se mantuvieron recalcitrantemente tercos durante la última década de vida del escritor, se alzaron voces, cada vez más numerosas, denunciando que esa actitud desvirtuaba el espíritu del más preciado premio literario.

Para todos estaba claro que nadie con más justicia que Borges lo merecía y que era la Academia Sueca quien se desacreditaba con su postura. La concesión del Premio Cervantes en 1979 compensó en parte este agravio. En cualquier caso, durante sus últimos días Borges recorrió el mundo siendo aclamado por fin como lo que siempre fue: algo tan sencillo e insólito como un "maestro".

La obra de Jorge Luis Borges

Borges es sin duda el escritor argentino con mayor proyección universal. Se hace prácticamente imposible pensar la literatura del siglo XX sin su presencia, y así lo han reconocido no sólo la crítica especializada sino además las diversas generaciones de escritores, que vuelven con insistencia sobre sus páginas como si éstas fueran canteras inextinguibles del arte de escribir.

Borges fue el creador de una cosmovisión muy singular, sostenida sobre un original modo de entender conceptos como los de tiempo, espacio, destino o realidad. Sus narraciones y ensayos se nutren de complejas simbologías y de una poderosa erudición, producto de su frecuentación de las diversas literaturas europeas, en especial la anglosajona -William Shakespeare, Thomas De Quincey, Rudyard Kipling o Joseph Conrad son referencias permanentes en su obra-, además de su conocimiento de la Biblia, la Cábala judía, las primigenias literaturas europeas, la literatura clásica y la filosofía. Su riguroso formalismo, que se constata en la ordenada y precisa construcción de sus ficciones, le permitió combinar esa gran variedad de elementos sin que ninguno de ellos desentonara.

El primer libro de poemas de Borges fue Fervor de Buenos Aires (1923), en el que ensayó una visión personal de su ciudad, de evidente cuño vanguardista. En 1925 dio a conocer Luna de enfrente y, tres años más tarde, Cuaderno San Martín, poemarios en los que aparece con insistencia su mirada sobre las "orillas" urbanas, esos bordes geográficos de Buenos Aires en los que años más tarde ubicará la acción de muchos de sus relatos.

Puede decirse que en estos primeros libros Borges funda con su escritura una Buenos Aires mítica, dándole espesor literario a calles y barrios, portales y patios. El poeta parece rondar la ciudad como un cazador en busca de imágenes prototípicas, que luego volcará con maestría en sus versos y prosas.

En 1930 publicó Evaristo Carriego, un título esencial en la producción borgeana. En este ensayo, al tiempo que traza una biografía del poeta popular que da título al libro, se detiene en la invención y narración de diferentes mitologías porteñas, como en la poética descripción del barrio de Palermo. Evaristo Carriego no responde a la estructura tradicional de las presentaciones biográficas, sino que se sirve de la figura del poeta elegido para presentar nuevas e inéditas visiones de lo urbano, como se manifiesta en capítulos tales como "Las inscripciones de los carros" o "Historia del tango".

Hacia 1932 da a conocer Discusión, libro que reúne una serie de ensayos en los que se pone de manifiesto no sólo la agudeza crítica de Borges sino además su capacidad en el arte de conmover los conceptos tradicionales de la filosofía y la literatura. Además de las páginas dedicadas al análisis de la poesía gauchesca, este volumen integra capítulos que han servido como venero de asuntos de reflexión para los escritores argentinos, tales como "El escritor argentino y la tradición", "El arte narrativo y la magia" o "La supersticiosa ética del lector".

En 1935 aparece Historia universal de la infamia, con textos que el propio autor califica como ejercicios de prosa narrativa y en los que es evidente la influencia de Robert Louis Stevenson y Gilbert Chesterton. Este volumen incluye uno de sus cuentos más famosos, "El hombre de la esquina rosada".

Historia de la eternidad (1936) y, sobre todo, Ficciones (1944) acabaron de consolidar a Borges como uno de los escritores más singulares del momento en lengua castellana. En las páginas de este último libro se despliega toda su maestría imaginativa, plasmada en cuentos como "La biblioteca de Babel", "El jardín de los senderos que se bifurcan" o "La lotería de Babilonia". También pertenece a este volumen "Pierre Menard, autor del Quijote", relato o ensayo -en Borges esos géneros suelen confundirse deliberadamente- en el que reformula con genial audacia el concepto tradicional de influencia literaria.

También de 1944 es Artificios, que incluye su célebre cuento "La muerte y la brújula", en el que la trama policial se conjuga con sutiles apreciaciones derivadas del saber cabalístico, al que Borges dedicó devota atención. El Aleph (1949), volumen de diecisiete cuentos, vuelve a demostrar su maestría estilística y su ajustada imaginación, que combina elementos de la tradición filosófica y de la literatura fantástica. Además del cuento que da título al libro, se incluyen otros como "Emma Zunz", "Deutsches Requiem", "El Zahir" y "La escritura del Dios".

El Hacedor (1960) incluía algunas piezas escritas treinta años antes y sin embargo guardaba una sólida unidad entre todas sus partes, no sólo formal sino también en cuanto a contenidos, siempre alineados en la idea borgeana de que tanto los grandes sistemas de la metafísica como las parábolas y las elucidaciones de la teología son elementos que forman parte del gran mundo de la literatura fantástica.

La obra de Borges se reparte también en un buen número de volúmenes escritos en colaboración, tanto dedicados a la ficción como al ensayo. Engrosan el caudal de sus escritos una gran cantidad de notas de crítica bibliográfica y comentarios de literatura, aparecidos en diferentes publicaciones periódicas argentinas y extranjeras, además de conferencias y entrevistas en las que desplegó con inteligencia y mordacidad sus puntos de vista. Se trata de una parte de su obra que, casi a la misma altura que sus libros considerados mayores, ha sido objeto recurrente de comentario y estudio por parte de la crítica y de numerosas recopilaciones.

PABLO NERUDA / BIOGRAFÍA




Nació en 1904 en Parral con el nombre de Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto, Neruda se sintió durante toda su vida profundamente enraizado en su tierra chilena pese a haber llevado una existencia de viajero incansable. Su madre, Rosa Basoalto, murió de tuberculosis poco después de dar a luz, y su padre, conductor de un tren que cargaba piedra, José del Carmen Reyes Morales, se casó dos años después con Trinidad Cambia Marverde, de quien Neruda escribiría: "Era una mujer dulce y diligente, tenía sentido del humor campesino y una bondad activa e infatigable". Para el pequeño Neftalí fue su nueva madre como el hada buena; tuteló al muchacho con una solicitud incluso mayor que su auténtico padre, con quien, en su adolescencia, no tardaría en mantener graves disputas.

Residiendo en Temuco, ingresó en el Liceo de la ciudad en 1910, y cuando aún no había salido de esta institución, el 18 de julio de 1917, pudo leer emocionadamente en un periódico local, La Mañana, el primero de sus artículos publicados, que tituló "Entusiasmo y perseverancia". Para entonces había tenido la suerte de conocer a una imponente señora, "alta, con vestidos muy largos", que no era otra sino la célebre poetisa Gabriela Mistral, quien le había regalado algunos libros de Tolstoi, Dostoievski y Chéjov, decisivos en su primera formación literaria.

No obstante, su padre se oponía abiertamente a que siguiera esta vocación, de modo que cuando el 28 de noviembre de 1920 obtuvo el premio de la Fiesta de Primavera de Temuco, el joven poeta ya firmaba sus poemas con seudónimo, un ardid para desorientar a su progenitor. El nombre elegido, Neruda, lo había encontrado por azar en una revista y era de origen checo; no sabía que se lo estaba usurpando a un colega, un lejano escritor que compuso hermosas baladas y que posee un monumento erigido en el barrio de Mala Strana de Praga.

Cuando concluye sus estudios en el Liceo pasa a Santiago para seguir la carrera de profesor de francés en el Instituto Pedagógico, pero continúa preparando libros de versos. Al poco tiempo se vincula a la revista Juventud de la Federación de Estudiantes, donde toma contacto con el movimiento anarquista y, en particular, con uno de los líderes del grupo, formidable y valeroso, llamado Juan Gandulfo. En 1922, habiendo trabado una buena amistad, que se revelaría fecunda y duradera, con el director de la revista Claridad, se incorpora a su redacción, y así comienza a escribir como un poseso hasta cinco poemas diarios. Al año siguiente edita a sus expensas su primer libro de poemas, Crepusculario.

Para poder pagarse esta publicación, Pablo Neruda, por entonces un joven ávido de lecturas y de vida, extravagante y delgado, vestido a lo poeta bohemio del siglo XIX con un traje negro, debe vender sus muebles, empeñar el reloj que le ha regalado su padre y recibir la ayuda in extremis de un crítico generoso. Este último, un tal Allone, se prestó a saldar la deuda cuando el editor se negó a entregar un solo ejemplar antes de que estuviera satisfecha completamente la factura.


Neruda y Nicolás Guillén en el Aula Magna
de la Universidad de La Habana (1960)

Crepusculario fue en realidad una miscelánea de otros proyectos, una reordenación precipitada de poemas que inmediatamente dejaron insatisfecho al autor. A partir de entonces Neruda se entregó, con más ahínco si cabe, a la confección de otro libro, éste sí, orgánico y mucho más personal, que terminaría publicándose en 1924 con el título Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

Diplomático por Asia

A partir de esta época la politización de la poesía de Neruda será progresivamente mayor y, paralelamente, su vida se verá enfrentada a adversas circunstancias económicas. De momento, al abandonar sus estudios, su padre le retira toda ayuda material, por lo que abraza la esperanza de conseguir algún cargo diplomático. Sin embargo, todo lo que obtiene en 1927 es un oscuro y remoto destino consular en Rangún, Birmania.

Allí, en aquellas tierras fantásticas, "entre hombres que adoran la cobra y la vaca", conoció Pablo Neruda a la tan bella como peligrosa Josie Bliss, una nativa que sin embargo vestía a la manera inglesa. Tras visitar en su compañía los más exóticos rincones de aquellas tierras, se trasladó a vivir a casa de ella, pero pronto la muchacha trocó su dulzura en celos, y la vida de la pareja se hizo intolerable. "Sentía ternura hacia sus pies desnudos", escribió el escritor, pero también contó cómo Josie le escondía las cartas y cómo, en una ocasión, se despertó sobresaltado y la encontró vestida de blanco, al otro lado del mosquitero, tenebrosa, blandiendo un cuchillo mortífero y sin determinarse a asestar el golpe fatal: "Cuando te mueras se acabarán mis temores", balbuceó con amargura la mujer enferma.

Asustado, Pablo Neruda no tardó en huir de aquella situación que cada vez se volvía más amenazante, y cuando recibió un telegrama en el que se le comunicaba su traslado a Ceilán, preparó el viaje en el más absoluto secreto y se marchó sin despedirse, abandonando en el desolado hogar de Josie sus ropas y sus libros.

Ejerció durante un año de cónsul en Colombo (Ceilán, actual Sri Lanka) y en 1929 fue trasladado a Singapur. Su inquietud por las culturas indostaníes y la política lo llevó a asistir al Congreso Panhindú, celebrado en Calcuta en 1929. En 1930, Pablo Neruda se casó con María Antonieta Hagenaar, una joven holandesa con la que regresó a Chile dos años después y que le dio una hija, Malva Marina, el 4 de octubre de 1934. Ese mismo año, y tras haber conocido a Federico García Lorca en Buenos Aires, se trasladó a España para hacerse cargo del consulado chileno en Barcelona. En España desarrolló una intensa actividad cultural y conoció a poetas de la generación del 27 como Miguel Hernández, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre o Manuel Altolaguirre.

Neruda en España

Su integración en aquel Madrid pletórico de pasiones políticas se acrecentó al año siguiente, pues en febrero de 1935 se hizo cargo del consulado de Chile en la capital española. En Madrid apareció aquel año la revista literaria Caballo Verde para la Poesía, dirigida por el poeta. También allí dio a la imprenta una de sus obras más célebres, Residencia en la Tierra, y conoció a su segunda esposa, Delia del Carril.

La trayectoria española de Neruda tomó tintes dramáticos cuando el 18 de julio de 1936 dio comienzo la terrible guerra civil que enfrentó a "las dos Españas". Uno de los primeros hechos sangrientos de aquella lucha fue el fusilamiento de Federico García Lorca. Abandonó la península Ibérica en pleno conflicto bélico y se dirigió a París, desde donde participó activamente en actos de solidaridad con la República y el pueblo español. Tras su regreso a Chile, en 1937, prosiguió su actividad combativa con la publicación de España en el corazón.

En 1938, Ediciones Ercilla dio a la luz una recopilación de sus obras. Aquel año falleció su padre en Temuco y poco después, su madrastra. En octubre triunfó en las elecciones generales chilenas el Frente Popular. Mientras, en Cataluña, se editaba España en el corazón.

La Guerra Civil española concluyó en 1939 con la derrota de los republicanos. Neruda solicitó, y obtuvo, el nombramiento de cónsul para la inmigración española. Con la idea de ayudar en lo posible a los derrotados, viajó a París y desde allí organizó una expedición de españoles a bordo del vapor Winnipeg que llegó a Valparaíso a finales de año. El poeta regresó de nuevo a Chile en 1940, cuando ya había comenzado la Segunda Guerra Mundial, pero permaneció poco tiempo en su país, pues en agosto se incorporó a un nuevo destino diplomático, el consulado general de Chile en México. Desde allí viajó a Cuba. En 1942 publicó América, no invoco tu nombre en vano, que después fue incorporado al Canto general; ese año sufrió la pérdida de su hija, Malva Marina, que falleció en Europa.

Política, exilio y reconocimiento

A partir de 1946, su actividad política se desarrollaría en su propia patria, donde fue elegido senador de la República por las provincias de Tarapacá y Antofagasta. Ese mismo año obtuvo también en Chile el Premio Nacional de Literatura, pero no tardarían en complicársele las cosas cuando hizo pública su enérgica protesta por la persecución desencadenada contra los sindicatos por el presidente González Videla. La lectura ante el Senado de su alegato Yo acuso motivó que se ordenara su detención y sólo gracias al refugio que le ofrecieron sus allegados logró Neruda evitarla y salir del país el 24 de febrero de 1949.

Durante el tiempo en que estuvo oculto preparó otra de sus obras mayores, Canto general, que, aparte de distribuirse clandestinamente en Chile, se editará en México en 1950 con ilustraciones de los grandes muralistas Siqueiros y Diego Rivera, poco antes de que se le conceda, junto a Picasso y al poeta turco Nazim Hikmet, el Premio Internacional de la Paz. Comienza entonces un doloroso destierro, cuya tristeza apenas puede ser enjugada por los numerosos homenajes, calurosas recepciones e importantes galardones con que se reconocen sus méritos como poeta y como hombre íntegro. En 1951 inició un viaje por Italia, país en el que fijó su residencia al año siguiente. En Capri escribió Las uvas y el viento. Después de un viaje por Europa, al ser revocada su orden de detención en Chile, pudo regresar a su casa en agosto del 1952. Su retorno fue motivo de múltiples homenajes públicos. En este periodo difícil del destierro había venido en su auxilio una mujer, la que sería su compañera hasta su muerte: Matilde Urrutia.


En Italia con Matilde Urrutia

Los años siguientes fueron de permanencia en Chile. Organizó en Santiago el Congreso Continental de Cultura, al que acudieron notables personalidades como Diego Rivera, Jorge Amado y Nicolás Guillén. Dictó conferencias en la Universidad de Chile, institución a la que hizo donación de su biblioteca personal. Esta relación con la Universidad dio origen a la creación de la Fundación Neruda para el Desarrollo de la Poesía. En su vida privada fueron tiempos agitados, pues se separó en 1956 de Delia del Carril para unirse sentimentalmente con Matilde Urrutia, que fue a vivir a su nueva casa, La Chascona. Sus obras seguían apareciendo a buen ritmo, con publicaciones intermitentes, en Buenos Aires por Losada y en Santiago por Nascimento: Viajes, Nuevas odas elementales y Oda a la tipografía, entre otras. En 1957 Losada publicó sus Obras completas en papel biblia y, en los años sucesivos, Cien sonetos de amor, Tercer libro de las odas y Navegaciones y regresos. En 1958 aparece editada otra de sus obras más notables, una de las preferidas del poeta, Estravagario. "Por su irreverencia (escribió Neruda) es mi libro más íntimo".

El incansable viajero sintió de nuevo la llamada de Europa y en 1965 se trasladó a ese continente, donde recibió nuevos honores. La Universidad de Oxford le nombró doctor honoris causa en Filosofía y Letras. En Hungría se entrevistó con Miguel Ángel Asturias. En 1966 viajó a Estados Unidos invitado a la reunión del Pen Club. Realizó ese año una interesante incursión en el arte dramático con su obra Fulgor y muerte de Joaquín Murieta, que fue estrenada en Santiago en 1967 por el Instituto de Teatro de la Universidad de Chile.

La vinculación de Neruda con la política tuvo su punto culminante en el año 1970, cuando el Partido Comunista lo designó candidato a la presidencia de Chile, pero el poeta no dudó en renunciar para dar todo su apoyo a Salvador Allende, a quien secundó decididamente en su campaña electoral. Llegado al poder el gobierno de Unidad Popular en 1970, recibió el nombramiento de embajador en París.


Neruda con Salvador Allende y su
biógrafo, Volodia Teitelboim


En 1971, Pablo Neruda se convirtió en el tercer escritor latinoamericano y en el segundo chileno que obtenía el Premio Nobel de Literatura, pero su encumbramiento literario no le impidió continuar activamente en la defensa de los intereses chilenos. En Nueva York, aprovechando la reunión del Pen Club, denunció el bloqueo estadounidense contra Chile. Tras renunciar a su cargo de embajador en Francia, regresó a Santiago, donde fue pública y multitudinariamente homenajeado en el Estadio Nacional.

En la cúspide de la fama y del reconocimiento también lo esperaban horas amargas. En 1973, el 11 de septiembre, fue sorprendido por el golpe militar contra el presidente Salvador Allende. Profundamente afectado por la nueva situación, no pudo resistir la tragedia y el 23 de septiembre murió en Santiago. El mundo no tardó en enterarse, entre la indignación, el estupor y la impotencia, de que sus casas de Valparaíso y de Santiago habían sido brutalmente saqueadas y destruidas. Sus funerales se desarrollaron en medio de una gran tensión política. Tras su muerte vieron la luz los poemarios que había escrito antes de morir: Jardín de invierno, 2000, El corazón amarillo, Libro de las preguntas, Elegía y Defectos escogidos, todas ellos editadas por Losada en Buenos Aires en 1974. En Barcelona apareció su última obra, la autobiografía Confieso que he vivido.


MARIO VARGAS LLOSA / BIOGRAFÍA







(Arequipa, Perú, 1936) Escritor peruano. Mario Vargas Llosa pasó su infancia entre Cochabamba (Bolivia) y las ciudades peruanas de Piura y Lima.

A los dieciséis años inició su carrera literaria y periodística con el estreno del drama La huida del Inca (1952). Poco después ingresó en la Universidad de San Marcos de Lima, donde cursó estudios de literatura. Viajó a Europa, donde empezó a trabajar en la Radio Televisión Francesa y fue profesor en el Queen Mary College de Londres.

Vargas Llosa publicó su primera obra, Los jefes (1959), con veintitrés años apenas, y con la novela La ciudad y los perros (1962) se ganó ya un prestigio entre los escritores que por aquel entonces gestaban el inminente «boom» literario iberoamericano. Estableció su residencia primero en París y luego en Londres (1867), de donde se trasladó a Washington y Puerto Rico.

Su madurez literaria llegó con La casa verde (1966), verdadera exhibición de virtuosismo literario, cuya prosa integra abundantes elementos experimentales, tales como la mezcla de diálogo y descripción y la combinación de acciones y tiempos diversos, recursos que empleó también en parte en Los cachorros (1967) y en Conversación en la catedral (1969), áspero retrato de la dictadura peruana de Manuel Odría.

En su quehacer novelístico posterior destacan Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977), La guerra del fin del mundo (1981), en la que aborda la problemática social y religiosa de Iberoamérica, y ¿Quién mató a Palomino Moreno? (1986), basada en una investigación policial.

La labor de Mario Vargas Llosa como crítico literario se refleja en sus ensayos García Márquez: historia de un deicidio y La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary (1975). En 1976, con José María Gutierrez, codirigió la versión cinematográfica de su novela Pantaleón y las visitadoras.

En 1977 fue nombrado miembro de la Academia Peruana de la Lengua y profesor de la cátedra Simón Bolívar en Cambridge. Impulsor del partido Frente Democrático, Mario Vargas Llosa se presentó como cabeza de lista en las elecciones peruanas de 1990, en las que fue derrotado por Alberto Fujimori.

Otras obras suyas son La señorita de Tacna (1981), Contra viento y marea (1983), Historia de Mayta (1984) y El hablador (1988). En 1994 recopiló sus colaboraciones periodísticas en Desafío a la libertad y en 1997 apareció su novela erótica Los cuadernos de don Rigoberto, en la misma línea de su anterior Elogio de la madrastra (1988). Obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1986, el Premio Planeta de 1993 por Lituma en los Andes y el Premio Cervantes en 1995. Desde 1984 es miembro de la Real Academia Española.

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ/ BIOGRAFÍA






El escritor Gabriel García Márquez nació en Aracataca (Magdalena), el 6 de marzo de 1927. Creció como niño único entre sus abuelos maternos y sus tías, pues sus padres, el telegrafista Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez, se fueron a vivir, cuando Gabriel sólo contaba con cinco años, a la población de Sucre, donde don Gabriel Eligio montó una farmacia y donde tuvieron a la mayoría de sus once hijos.

Los abuelos eran dos personajes bien particulares y marcaron el periplo literario del futuro Nobel: el coronel Nicolás Márquez, veterano de la guerra de los Mil Días, le contaba al pequeño Gabriel infinidad de historias de su juventud y de las guerras civiles del siglo XIX, lo llevaba al circo y al cine, y fue su cordón umbilical con la historia y con la realidad. Doña Tranquilina Iguarán, su cegatona abuela, se la pasaba siempre contando fábulas y leyendas familiares, mientras organizaba la vida de los miembros de la casa de acuerdo con los mensajes que recibía en sueños: ella fue la fuente de la visión mágica, supersticiosa y sobrenatural de la realidad. Entre sus tías la que más lo marcó fue Francisca, quien tejió su propio sudario para dar fin a su vida.

Gabriel García Márquez aprendió a escribir a los cinco años, en el colegio Montessori de Aracataca, con la joven y bella profesora Rosa Elena Fergusson, de quien se enamoró: fue la primera mujer que lo perturbó. Cada vez que se le acercaba, le daban ganas de besarla: le inculcó el gusto de ir a la escuela, sólo por verla, además de la puntualidad y de escribir una cuartilla sin borrador.


Gabriel García Márquez

En ese colegio permaneció hasta 1936, cuando murió el abuelo y tuvo que irse a vivir con sus padres al sabanero y fluvial puerto de Sucre, de donde salió para estudiar interno en el colegio San José, de Barranquilla, donde a la edad de diez años ya escribía versos humorísticos. En 1940, gracias a una beca, ingresó en el internado del Liceo Nacional de Zipaquirá, una experiencia realmente traumática: el frío del internado de la Ciudad de la Sal lo ponía melancólico, triste. Permaneció siempre con un enorme saco de lana, y nunca sacaba las manos por fuera de sus mangas, pues le tenía pánico al frío.

Sin embargo, a las historias, fábulas y leyendas que le contaron sus abuelos, sumó una experiencia vital que años más tarde sería temática de la novela escrita después de recibir el premio Nobel: el recorrido del río Magdalena en barco de vapor. En Zipaquirá tuvo como profesor de literatura, entre 1944 y 1946, a Carlos Julio Calderón Hermida, a quien en 1955, cuando publicó La hojarasca, le obsequió con la siguiente dedicatoria: "A mi profesor Carlos Julio Calderón Hermida, a quien se le metió en la cabeza esa vaina de que yo escribiera". Ocho meses antes de la entrega del Nobel, en la columna que publicaba en quince periódicos de todo el mundo, García Márquez declaró que Calderón Hermida era "el profesor ideal de Literatura".

En los años de estudiante en Zipaquirá, Gabriel García Márquez se dedicaba a pintar gatos, burros y rosas, y a hacer caricaturas del rector y demás compañeros de curso. En 1945 escribió unos sonetos y poemas octosílabos inspirados en una novia que tenía: son uno de los pocos intentos del escritor por versificar. En 1946 terminó sus estudios secundarios con magníficas calificaciones.

Estudiante de leyes

En 1947, presionado por sus padres, se trasladó a Bogotá a estudiar derecho en la Universidad Nacional, donde tuvo como profesor a Alfonso López Michelsen y donde se hizo amigo de Camilo Torres Restrepo. La capital del país fue para García Márquez la ciudad del mundo (y las conoce casi todas) que más lo impresionó, pues era una ciudad gris, fría, donde todo el mundo se vestía con ropa muy abrigada y negra. Al igual que en Zipaquirá, García Márquez se llegó a sentir como un extraño, en un país distinto al suyo: Bogotá era entonces "una ciudad colonial, (...) de gentes introvertidas y silenciosas, todo lo contrario al Caribe, en donde la gente sentía la presencia de otros seres fenomenales aunque éstos no estuvieran allí".

El estudio de leyes no era propiamente su pasión, pero logró consolidar su vocación de escritor, pues el 13 de septiembre de 1947 se publicó su primer cuento, La tercera resignación, en el suplemento Fin de Semana, nº 80, de El Espectador, dirigido por Eduardo Zalamea Borda (Ulises), quien en la presentación del relato escribió que García Márquez era el nuevo genio de la literatura colombiana; las ilustraciones del cuento estuvieron a cargo de Hernán Merino. A las pocas semanas apareció un segundo cuento: Eva está dentro de un gato.

En la Universidad Nacional permaneció sólo hasta el 9 de abril de 1948, pues, a consecuencia del "Bogotazo", la Universidad se cerró indefinidamente. García Márquez perdió muchos libros y manuscritos en el incendio de la pensión donde vivía y se vio obligado a pedir traslado a la Universidad de Cartagena, donde siguió siendo un alumno irregular. Nunca se graduó, pero inició una de sus principales actividades periodísticas: la de columnista. Manuel Zapata Olivella le consiguió una columna diaria en el recién fundado periódico El Universal.

El Grupo de Barranquilla

A principios de los años cuarenta comenzó a gestarse en Barranquilla una especie de asociación de amigos de la literatura que se llamó el Grupo de Barranquilla; su cabeza rectora era don Ramón Vinyes. El "sabio catalán", dueño de una librería en la que se vendía lo mejor de la literatura española, italiana, francesa e inglesa, orientaba al grupo en las lecturas, analizaba autores, desmontaba obras y las volvía a armar, lo que permitía descubrir los trucos de que se servían los novelistas. La otra cabeza era José Félix Fuenmayor, que proponía los temas y enseñaba a los jóvenes escritores en ciernes (Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor y Germán Vargas, entre otros) la manera de no caer en lo folclórico.

Gabriel García Márquez se vinculó a ese grupo. Al principio viajaba desde Cartagena a Barranquilla cada vez que podía. Luego, gracias a una neumonía que le obligó a recluirse en Sucre, cambió su trabajo en El Universal por una columna diaria en El Heraldo de Barranquilla, que apareció a partir de enero de 1950 bajo el encabezado de "La girafa" y firmada por "Septimus".


Con su hijo y su esposa

En el periódico barranquillero trabajaban Cepeda Samudio, Vargas y Fuenmayor. García Márquez escribía, leía y discutía todos los días con los tres redactores; el inseparable cuarteto se reunía a diario en la librería del "sabio catalán" o se iba a los cafés a beber cerveza y ron hasta altas horas de la madrugada. Polemizaban a grito herido sobre literatura, o sobre sus propios trabajos, que los cuatro leían. Hacían la disección de las obras de Defoe, Dos Passos, Camus, Virginia Woolf y William Faulkner, escritor este último de gran influencia en la literatura de ficción de América Latina y muy especialmente en la de García Márquez, como él mismo reconoció en su famoso discurso "La soledad de América Latina", que pronunció con motivo de la entrega del premio Nobel en 1982: William Faulkner había sido su maestro. Sin embargo, García Márquez nunca fue un crítico, ni un teórico literario, actividades que, además, no son de su predilección: él prefirió y prefiere contar historias.

En esa época del Grupo de Barranquilla, García Márquez leyó a los grandes escritores rusos, ingleses y norteamericanos, y perfeccionó su estilo directo de periodista, pero también, en compañía de sus tres inseparables amigos, analizó con cuidado el nuevo periodismo norteamericano. La vida de esos años fue de completo desenfreno y locura. Fueron los tiempos de La Cueva, un bar que pertenecía al dentista Eduardo Vila Fuenmayor y que se convirtió en un sitio mitológico en el que se reunían los miembros del Grupo de Barranquilla a hacer locuras: todo era posible allí, hasta las trompadas entre ellos mismos.

También fue la época en que vivía en pensiones de mala muerte, como El Rascacielos, edificio de cuatro pisos, ubicado en la calle del Crimen, que alojaba también un prostíbulo. Muchas veces no tenía el peso con cincuenta para pasar la noche; entonces le daba al encargado sus mamotretos, los borradores de La hojarasca, y le decía: "Quédate con estos mamotretos, que valen más que la vida mía. Por la mañana te traigo plata y me los devuelves".

Los miembros del Grupo de Barranquilla fundaron un periódico de vida muy fugaz, Crónica, que según ellos sirvió para dar rienda suelta a sus inquietudes intelectuales. El director era Alfonso Fuenmayor, el jefe de redacción Gabriel García Márquez, el ilustrador Alejandro Obregón, y sus colaboradores fueron, entre otros, Julio Mario Santo domingo, Meira del Mar, Benjamín Sarta, Juan B. Fernández y Gonzalo González.

Periodismo y literatura

A principios de 1950, cuando ya tenía muy adelantada su primera novela, titulada entonces La casa, acompañó a doña Luisa Santiaga al pequeño, caliente y polvoriento Aracataca, con el fin de vender la vieja casa en donde él se había criado. Comprendió entonces que estaba escribiendo una novela falsa, pues su pueblo no era siquiera una sombra de lo que había conocido en su niñez; a la obra en curso le cambió el título por La hojarasca, y el pueblo ya no fue Aracataca, sino Macondo, en honor de los corpulentos árboles de la familia de las bombáceas, comunes en la región y semejantes a las ceibas, que alcanzan una altura de entre treinta y cuarenta metros.

En febrero de 1954 García Márquez se integró en la redacción de El Espectador, donde inicialmente se convirtió en el primer columnista de cine del periodismo colombiano, y luego en brillante cronista y reportero. El año siguiente apareció en Bogotá el primer número de la revista Mito, bajo la dirección de Jorge Gaitán Durán.

Duró sólo siete años, pero fueron suficientes, por la profunda influencia que ejerció en la vida cultural colombiana, para considerar que Mito señala el momento de la aparición de la modernidad en la historia intelectual del país, pues jugó un papel definitivo en la sociedad y cultura colombianas: desde un principio se ubicó en la contemporaneidad y en la cultura crítica. Gabriel García Márquez publicó dos trabajos en la revista: un capítulo de La hojarasca, el Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo (1955), y El coronel no tiene quien le escriba (1958). En realidad, el escritor siempre ha considerado que Mito fue trascendental; en alguna ocasión dijo a Pedro Gómez Valderrama: "En Mito comenzaron las cosas".

En ese año de 1955, García Márquez ganó el primer premio en el concurso de la Asociación de Escritores y Artistas; publicó La hojarasca y un extenso reportaje, por entregas, Relato de un náufrago, el cual fue censurado por el régimen del general Gustavo Rojas Pinilla, por lo que las directivas de El Espectador decidieron que Gabriel García Márquez saliera del país rumbo a Ginebra, para cubrir la conferencia de los Cuatro Grandes, y luego a Roma, donde el papa Pío XII aparentemente agonizaba. En la capital italiana asistió, por unas semanas, al Centro Sperimentale di Cinema.

Rondando por el mundo

Cuatro años estuvo ausente de Colombia. Vivió una larga temporada en París, y recorrió Polonia y Hungría, la República Democrática Alemana, Checoslovaquia y la Unión Soviética. Continuó como corresponsal de El Espectador, aunque en precarias condiciones, pues si bien escribió dos novelas, El coronel no tiene quien le escriba y La mala hora, vivía pobre a morir, esperando el giro mensual que El Espectador debía enviar pero que demoraba debido a las dificultades del diario con el régimen de Rojas Pinilla. Esta situación se refleja en El coronel, donde se relata la desesperanza de un viejo oficial de la guerra de los Mil Días aguardando la carta oficial que había de anunciarle la pensión de retiro a que tiene derecho. Además, fue corresponsal de El Independiente, cuando El Espectador fue clausurado por la dictadura, y colaboró también con la revista venezolana Élite y la colombianísima Cromos.

Su estancia en Europa le permitió a García Márquez ver América Latina desde otra perspectiva. Le señaló las diferencias entre los distintos países latinoamericanos, y tomó además mucho material para escribir cuentos acerca de los latinos que vivían en la ciudad luz. Aprendió a desconfiar de los intelectuales franceses, de sus abstracciones y esquemáticos juegos mentales, y se dio cuenta de que Europa era un continente viejo, en decadencia, mientras que América, y en especial Latinoamérica, era lo nuevo, la renovación, lo vivo.

A finales de 1957 fue vinculado a la revista Momento y viajó a Venezuela, donde pudo ser testigo de los últimos momentos de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez. En marzo de 1958, contrajo matrimonio en Barranquilla con Mercedes Barcha, unión de la que nacieron dos hijos: Rodrigo (1959), bautizado en la Clínica Palermo de Bogotá por Camilo Torres Restrepo, y Gonzalo (1962). Al poco tiempo de su matrimonio, de regreso a Venezuela, tuvo que dejar su cargo en Momento y asumir un extenuante trabajo en Venezuela Gráfica, sin dejar de colaborar ocasionalmente en Élite.

Pese a tener poco tiempo para escribir, su cuento Un día después del sábado fue premiado. En 1959 fue nombrado director de la recién creada agencia de noticias cubana Prensa Latina. En 1960 vivió seis meses en Cuba y al año siguiente fue trasladado a Nueva York, pero tuvo grandes problemas con los cubanos exiliados y finalmente renunció. Después de recorrer el sur de Estados Unidos se fue a vivir a México. No sobra decir que, luego de esa estadía en Estados Unidos, el gobierno de ese país le denegó el visado de entrada, porque, según las autoridades, García Márquez estaba afiliado al partido comunista. Sólo en 1971, cuando la Universidad de Columbia le otorgó el título de doctor honoris causa, le dieron un visado, aunque condicionado.


Con el poeta cubano Eliseo Diego

Recién llegado a México, donde García Márquez ha vivido muchos años de su vida, se dedicó a escribir guiones de cine y durante dos años (1961-1963) publicó en las revistas La Familia y Sucesos, de las cuales fue director. De sus intentos cinematográficos el más exitoso fue El gallo de oro (1963), basado en un cuento del mismo nombre escrito por Juan Rulfo, y que García Márquez adaptó con el también escritor Carlos Fuentes. El año anterior había obtenido el premio Esso de Novela Colombiana con La mala hora.

La consagración

Un día de 1966 en que se dirigía desde Ciudad de México al balneario de Acapulco, Gabriel García Márquez tuvo la repentina visión de la novela que durante 17 años venía rumiando: consideró que ya la tenía madura, se sentó a la máquina y durante 18 meses seguidos trabajó ocho y más horas diarias, mientras que su esposa se ocupaba del sostenimiento de la casa.

En 1967 apareció Cien años de soledad, novela cuyo universo es el tiempo cíclico, en el que suceden historias fantásticas: pestes de insomnio, diluvios, fertilidad desmedida, levitaciones... Es una gran metáfora en la que, a la vez que se narra la historia de las generaciones de los Buendía en el mundo mágico de Macondo, desde la fundación del pueblo hasta la completa extinción de la estirpe, se cuenta de manera insuperable la historia colombiana desde después del Libertador hasta los años treinta del presente siglo. De ese libro Pablo Neruda, el gran poeta chileno, opinó: "Es la mejor novela que se ha escrito en castellano después del Quijote". Con tan calificado concepto se ha dicho todo: el libro no sólo es la opus magnum de García Márquez, sino que constituye un hito en Latinoamérica, como uno de los libros que más traducciones tiene, treinta idiomas por lo menos, y que mayores ventas ha logrado, convirtiéndose en un verdadero bestseller mundial.

Después del éxito de Cien años de soledad, García Márquez se estableció en Barcelona y pasó temporadas en Bogotá, México, Cartagena y La Habana. Durante las tres décadas transcurridas, ha escrito cuatro novelas más, se han publicado tres volúmenes de cuentos y dos relatos, así como importantes recopilaciones de su producción periodística y narrativa.


En una imagen tomada en Bogotá, 1972

Varios elementos marcan ese periplo: se profesionalizó como escritor literario, y sólo después de casi 23 años reanudó sus colaboraciones en El Espectador. En 1985 cambió la máquina de escribir por el computador. Su esposa Mercedes Barcha siempre ha colocado un ramo de rosas amarillas en su mesa de trabajo, flores que García Márquez considera de buena suerte. Un vigilante autorretrato de Alejandro Obregón, que el pintor le regaló y que quiso matar en una noche de locos con cinco tiros del calibre 38, preside su estudio. Finalmente, dos de sus compañeros periodísticos, Álvaro Cepeda Samudio y Germán Vargas Cantillo, murieron, cumpliendo cierta predicción escrita en Cien años de soledad.

Premio Nobel de Literatura

En la madrugada del 21 de octubre de 1982, García Márquez recibió en México una noticia que hacía ya mucho tiempo esperaba por esas fechas: la Academia Sueca le otorgó el ansiado premio Nobel de Literatura. Por ese entonces se hallaba exiliado en México, pues el 26 de marzo de 1981 había tenido que salir de Colombia, ya que el ejército colombiano quería detenerlo por una supuesta vinculación con el movimiento M-19 y porque durante cinco años había mantenido la revista Alternativa, de corte socialista.

La concesión del Nobel fue todo un acontecimiento cultural en Colombia y Latinoamérica. El escritor Juan Rulfo opinó: "Por primera vez después de muchos años se ha dado un premio de literatura justo". La ceremonia de entrega del Nobel se celebró en Estocolmo, los días 8, 9 y 10 de diciembre; según se supo después, disputó el galardón con Graham Greene y Gunther Grass.

Dos actos confirmaron el profundo sentimiento latinoamericano de García Márquez: a la entrega del premio fue vestido con un clásico e impecable liquiliqui de lino blanco, por ser el traje que usó su abuelo y que usaban los coroneles de las guerras civiles, y que seguía siendo de etiqueta en el Caribe continental. Con el discurso "La soledad de América Latina" (que leyó el miércoles 8 de diciembre de 1982 ante la Academia Sueca en pleno y ante cuatrocientos invitados y que fue traducido simultáneamente a ocho idiomas), intentó romper los moldes o frases gastadas con que tradicionalmente Europa se ha referido a Latinoamérica, y denunció la falta de atención de las superpotencias por el continente. Dio a entender cómo los europeos se han equivocado en su posición frente a las Américas, y se han quedado tan sólo con la carga de maravilla y magia que se ha asociado siempre a esta parte del mundo. Sugirió cambiar ese punto de vista mediante la creación de una nueva y gran utopía, la vida, que es a su vez la respuesta de Latinoamérica a su propia trayectoria de muerte.

El discurso es una auténtica pieza literaria de gran estilo y de hondo contenido americanista, una hermosa manifestación de personalidad nacionalista, de fe en los destinos del continente y de sus pueblos. Confirmó asimismo su compromiso con Latinoamérica, convencido desde siempre de que el subdesarrollo total, integral, afecta todos los elementos de la vida latinoamericana. Por lo tanto, los escritores de esta parte del mundo deben estar comprometidos con la realidad social total.



Con motivo de la entrega del Nobel, el gobierno colombiano, presidido por Belisario Betancur, programó una vistosa presentación folclórica en Estocolmo. Además, adelantó una emisión de sellos con la efigie de García Márquez dibujada por el pintor Juan Antonio Roda, con diseño de Dickens Castro y texto de Guillermo Angulo, a propósito de la cual el Nobel colombiano expresó: "El sueño de mi vida es que esta estampilla sólo lleve cartas de amor".

Desde que se conoció la noticia de la obtención del ambicionado premio, el asedio de periodistas y medios de comunicación fue permanente y los compromisos se multiplicaron. Sin embargo, en marzo de 1983 Gabo regresó a Colombia. En Cartagena lo esperaban doña Luisa Santiaga Márquez de García, en su casa del Callejón de Santa Clara, en el tradicional barrio de Manga, con un suculento sancocho de tres carnes (salada, cerdo y gallina) y abundante dulce de guayaba.

Después del Nobel, García Márquez se ratificó como figura rectora de la cultura nacional, latinoamericana y mundial. Sus conceptos sobre diferentes temas ejercieron fuerte influencia. Durante el gobierno de César Gaviria Trujillo (1990-1994), junto con otros sabios como Manuel Elkin Patarroyo, Rodolfo Llinás y el historiador Marco Palacios, formó parte de la comisión encargada de diseñar una estrategia nacional para la ciencia, la investigación y la cultura. Pero, quizás, una de sus más valientes actitudes ha sido el apoyo permanente a la revolución cubana y a Fidel Castro, la defensa del régimen socialista impuesto en la isla y su rechazo al bloqueo norteamericano, que ha servido para que otros países apoyen de alguna manera a Cuba y que ha evitado mayores intervenciones de los estadounidenses.

Tras años de silencio, en 2002 García Márquez presentó la primera parte de sus memorias, Vivir para contarla, en la que repasa los primeros treinta años de su vida. La publicación de esta obra supuso un acontecimiento editorial, con el lanzamiento simultáneo de la primera edición (un millón de ejemplares) en todos los países hispanohablantes. En 2004 vio la luz su novela Memorias de mis putas tristes.

jueves, 10 de noviembre de 2011

POETAS DE ALEMANIA

Franz Abt
Angelus Silesius
Ava (poeta)


Hugo Ball
Jakub Bart-Ćišinski
Gottfried Benn
Timo Berger
Hans Bethge
Wolf Biermann
Bertolt Brecht
Clemens Brentano
Gottfried August Bürger
Wilhelm Busch


Hans Carossa
Daniel Casper von Lohenstein
Paul Celan
Adelbert von Chamisso
Matthias Claudius
Peter Cornelius


Simon Dach
Richard Dehmel
Annette von Droste-Hülshoff

E
Albert Ehrenstein
Günter Eich
Sophie Elisabeth zu Braunschweig
Hans Magnus Enzensberger
Ernst Ortlepp
Ezzo


Felix Fechenbach
Paul Fleming
Theodor Fontane
Bruno Frank
Heinrich von Meissen
Friedrich von Hausen
Ulrich Fuetrer


Stefan George
Paul Gerhardt
Johann Wilhelm Ludwig Gleim
Johann Wolfgang von Goethe



Yvan Goll
Andreas Gryphius


Friedrich von Hagedorn
Gerhart Hauptmann
Friedrich Hebbel
Johann Peter Hebel
Heinrich Heine
Heinrich der Glïchezäre
Hermann Kasack
Georg Herwegh
Hermann Hesse
Paul von Heyse
Kurt Hiller
Jakob van Hoddis
August Heinrich Hoffmann von Fallersleben
Christian Hofmann von Hofmannswaldau
Friedrich Hölderlin
Karl von Holtei
Arno Holz
Richard Hülsenbeck


Johann Georg Jacobi
Wilhelm Jensen
Johann Klaj


Mascha Kaléko
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Poesía hispanofilipina / Poetas de Filipinas

Fuente:n Edmundo Farolán/ El Tintero de Tonos

La poesía hispanofilipina es hoy día un fenómeno raro, debido a la llegada de los norteamericanos al comienzo del s. XX, resultando en una intensiva lavada cerebral en inglés del pueblo filipino, algo que los españoles en Filipinas durante su permanencia de cuatro siglos no pudieron hacer, particularmente en el campo lingüístico.



A pesar de esto, la poesía hispanofilipina llegó a escribirse. En su artículo La fase formativa de la literatura hispanofilipina, el académico Guillermo Gómez Rivera menciona a varios poetas filipinos en el s. XVII de origen chino: José María Nicaísay, Tomás Chuidian, Tomás Pinpín, Fernando Bagongbanta, Juan de Vera Ken Yong y Carlos Calao, entre otros.



Fernando Bagongbanta fue un escritor y poeta en tagalo y castellano. Escribió “ladinos”, unos versos romanceados alternados en castellano/latín y tagalo sobre temas religiosos. He aquí un fragmento de su obra:



Gracias se den sempiternas

Al que hizo salir la estrella
Que destierra las tinieblas

De toda nuestra tierra.



Salamat nang walang hanggang

Sa nagpasilang ng tala

Sa buong bayan natin,

Na sa dilim nagpataboy.



Oh, Gran Dios, mi Padre,

Quered ayudarme,

Sedme favorable

Porque esto se acabe

Y a vos os alaben.



Oh, Dakilang Dios, Ama ko,

Naisin mong tulungan ako.

Maguing mapagbigay kayo

Upang matpos ito

At ikaý maipagpuri ng lahat.





Tomas Pinpín en la historia filipina es conocido como el primer impresor y tipógrafo de las islas. Gómez Rivera dice que “Pinpin queda en la historia de Filipinas como uno de los precursores de la poesía filipina y del sentimiento de unidad nacional a través del lenguaje y cultura.”



En los siguientes versos, se nota su deseo de ver los dispersos grupos étnicos filipinos unidos dentro de una identidad nacional:



Los tagalos poseen su forma de escribir

Los ilocos también tienen sus propias letras;

Los bicoles no quedan atrás en ese asunto;

Y los bisayos ¡ay! ¡Cuán diferentes son!



Exhortamos a todas las tribus destas islas

Que adoren la cruz santa; que hablen en castellano,

Y que rindan al Rey de todas las Españas
Sus armas y lealtad y que observen su Ley...



José María Nicaísay, de sangre china o “sanlai” nació en Binondo, un distrito del viejo Manila. Escribió los siguientes versos que explican el origen del nombre “Manila”:



Mayi-in-il, Mayi’in’ila.

Es el pueblo que allá duerme.

Lo llamaban “Longos” antes.

Hoy lo llaman “Ba’y’bay”, playa.



Mayi quiere decir “sitio

Donde abejas, donde hormigas

Su miel crían”. Y los sanlais

Lo adquirían con sus sedas,

Sus jarrones y sus telas.



Juan de Vera Ken Yong fue el impresor del primer libro publicado en Filipinas, Doctrina Cristiana, en chino y castellano, en 1593. Cultivó las letras como resultado de su aprendizaje del castellano por los padres dominicos. Como muestra, tenemos los siguientes versos que revelan sus sentimientos religiosos:



Vengo del gran Reino China

En busca de paz y pan...

Vengo del gran Reino china.



Llego a estas islas buenas

Y a Hispania sirvo con Dios...

Llego a estas islas buenas.



Mi madre es la Virgen Santa.

En ella veo a mi madre...

Mi madre es la Virgen Santa.



No nos dicen la verdad

En Macau los portugueses...

No nos dicen la verdad



Cristo es mi Salvador.

Gracias a los castellanos

Cristo es mi Salvador.



Tomás Chuidian fue vástago de un emigrante de China que se estableció en Tondo, arrabal del viejo Manila. He aquí las dos primeras estrofas de su poema “Corre en mis venas sangre celestial”:



¡Corre en mis venas

Sangre celestial!

Soy celestial por sanlai

Y soy sanlai y ansit

Por ser de China,

China antigua por Catjal

La imperial...

Gran Reino. Reino del centro.

La inmortal.



¡Corre en mis venas

Sangre celestial!

Soy celestial por seguir

¡A Jesucristo!

Jesús me hizo

Cristiano y celestial.

Y abrió por mí

Puertas del Paraiso.

Ahola, y soy inmortal.



(Nótense el uso de “ahola” en vez de “ahora” que es frecuente en la pronunciación china, la “r” pronunciada como “l”).



Carlos Calao nació en Ba-yba-y, Binondo. Escribió estos versos en 1614 de Fernando Magallanes, a quien atribuye la introducción de la fe católica en Filipinas:



Que Dios le perdone al salvaje,

Al pagano de Mactán

Que no entendió la palabra

De Dios en el Capitán

Magallanes, a quien muerte

Dio por orden de Satán,

El enemigo de Cristo,

El ponsonoso alacrán.



El Capitán Magallanes

Los invitó a servir

Al verdadero Dios nuestro;

Mas, aquel regulo vil

Llamado Cali Pulaco*

No quiso ver ni sentir

La dádiva de la Fe

Y nos lo hizo morir.



(*mejor conocido en la historia filipina como Lapu-Lapu, fue el que mató al gran descubridor hispano.)



En el s. XVIII, aparece Luis Rodríguez Varela, un criollo, quien fue el primero que escribía composiciones patrióticas. Escribió una colección de poesías titulada Parnaso Filipino, pero no se han conservado copias de esta colección. Seguramente, hubo otros poetas en este período, y sería menester hacer una investigación más detallada de esta etapa de la literatura filipina.



No era hasta el s. XIX cuando aparecen literatos de gran importancia. Dos de ellos fueron el héroe nacional, José Rizal (1861-1896), José Palma (1876-1903) y Pedro Paterno (1857-1911). Estos dos escribieron en casi todos los géneros literarios, y, en particular, la novela y la poesía.



Rizal, mundialmente conocido por Mi último adiós, su última poesía escrita la noche antes de su fusilamiento, y sus dos novelas, Noli me tangere y El Filibusterismo, traducidas en varios idiomas, fue médico, novelista, poeta, político, filólogo, pedagogo, agricultor, tipógrafo, escultor, pintor, naturalista, y políglota (hablaba más de veinte idiomas).



La poesía que incluimos aquí no es muy conocida pero es interesante porque proyecta el genio de este hombre; muestra en estos versos cómo la síntesis de agua y fuego forma lo que siempre fueron sus deseos para el pueblo filipino: “progreso, vida, luz y movimiento”:



EL AGUA Y EL FUEGO (fragmento)



Agua somos, decís; vosotros, fuego.

¡Cómo lo queráis, sea!…

¡Vivamos en sosiego,

y el incendio, jamás luchar nos vea,

sino que unidos por la ciencia sabia

de las calderas en el seno ardiente,

sin cólera, sin rabia,

formemos el vapor, quinto elemento,

progreso, vida, luz y movimiento!



Otra poesía, A la juventud filipina, que ganó un premio estudiantil, escrita en la misma temporada que El agua y el fuego, la escribió cuando también era estudiante en el Ateneo Municipal de Manila:



A La Juventud Filipina


Alza su tersa frente,

Juventud Filipina, en este día!

Luce resplandeciente

Tu rica gallardía,

Bella esperanza de la Patria Mía!



Vuela, genio grandioso,

Y les infunde noble pensamiento,

Que lance vigoroso,

Más rápido que el viento,

Su mente virgen al glorioso asiento.



Baja con la luz grata

De las artes y ciencias a la arena,

Juventud, y desata

La pesada cadena

Que tu genio poético encadena.



Ve que en la ardiente zona

Do moraron las sombras, el hispano

Esplendente corona,

Con pía sabia mano,

Ofrece al hijo de este suelo indiano.



Tú, que buscando subes,

En alas de tu rica fantasía,

Del Olimpo en las nubes

Tiernísima poesía

Más sabrosa que néctar y ambrosía



Tú, de celeste acento,

Melodioso rival Filomena,

Que en variado concento

En la noche serena

Disipas del mortal la amarga pena.



Tú que la pena dura

Animas al impulso de tu mente,

Y la memoria pura

Del genio refulgente

Eternizas con genio prepotente.



Y tú, que el vario encanto

De Febo, amado del divino Apeles,

Y de natura el manto

Con mágicos pinceles

Trasladar al sencillo lienzo sueles.



Corred! que sacra llama

Del genio el lauro coronar espera,

Esparciendo la Fama

Con trompa pregonera

El nombre del mortal por la ancha espera.



Día, día feliz,

Filipinas gentil, para tu suelo!

Al Potente bendice
Que con amante anhelo

La ventura te envía y el consuelo.



Su más famosa poesía, Mi último adiós, traducida en varias lenguas, la escribió la noche antes de ser fusilado, y la guardó en una lámpara en su cárcel:



Mi último Adiós


Adiós, Patria adorada, región del sol querida,

Perla del Mar de Oriente, nuestra perdido Edén!

A darte voy alegre la triste mustia vida,

Y fuera mas brillante, mas fresca, mas florida,

También por ti la diera, la diera por tu bien.



En campos de batalla, luchando con delirio

Otros te dan sus vidas sin dudas, sin pesar;

El sitio nada importa, ciprés, laurel o lirio,

Cadalso o campo abierto, combate o cruel martirio,

Lo mismo es si lo piden La Patria y el hogar.



Yo muero cuando veo que el cielo se colora

Y al fin anuncia el día tras lóbrego capuz;

Si grana necesitas para teñir tu aurora,

Vierte la sangre mía, derrámala en buen hora

Y dórela un reflejo de su naciente luz



Mis sueños cuando apenas muchacho adolescente,

Mis sueños cuando joven ya lleno de vigor,

Fueron el verte un día, joya del Mar de Oriente

Secos los negros ojos, alta la tersa frente,

Sin ceno, sin arrugas, sin mancha de rubor.



Ensueño de mi vida, mi ardiente vivo anhelo,

Salud te grita el alma que pronto va a partir!

Salud! ah, que es hermoso caer por darte vuelo,

Morir por darte vida, morir bajo tu cielo,

Y en tu encantada tierra la eternidad dormir.



Si sobre mi sepulcro vieres brotar un día

Entre la espesa hierba sencilla, humilde flor,

Acércala a tus labios y besa el alma mía,

Y sienta yo en mi frente bajo la tumba fría

De tu ternura el soplo, de tu halito el calor.



Deja la luna verme con luz tranquila y suave;

Deja que el alba envíe su resplandor fugaz,

Deja gemir al viento con su murmullo grave,

Y si desciende y posa sobre mi cruz un ave

Deja que el ave entone su cántico de paz.



Deja que el sol ardiendo las lluvias evapore

Y al cielo tornen puras con mi clamor en pos,

Deja que un ser amigo mi fin temprano llore

Y en las serenas tardes cuando por mi alguien ore

Ora también, Oh Patria, por mi descanso a Dios!



Ora por todos cuantos murieron sin ventura,

Por cuantos padecieron tormentos sin igual,

Por nuestras pobres madres que gimen su amargura;

Por huérfanos y viudas, por presos en tortura

Y ora por ti que veas tu redención final.



Y cuando en noche oscura se envuelva el cementerio

Y solos solo muertos quedan velando allí

No turbes su reposo, no turbes el misterio

Tal vez acordes oigas de citara o salterio,

Soy yo, querida Patria, yo que te canto a ti.



Y cuando ya mi tumba de todos olvidada

No tenga cruz ni piedra que marquen su lugar,

Deja que la are el hombre, la esparza con la azada,

Y mis cenizas antes que vuelvan a nada,

El polvo de tu alfombra que vayan a formar.



Entonces nada importa me pongas en olvido,

Tu atmósfera, tu espacio, tus valles cruzare,

Vibrante y limpia nota seré para tu oído,

Aroma, luz, colores, rumor, canto, gemido

Constante repitiendo la esencia de mi fe.



Mi Patria idolatrada, dolor de mis dolores,

Querida Filipinas, oye el postrer adios.

Ahí, te dejo todo, mis padres, mis amores.

Voy donde no hay esclavos, verdugos ni opresores,

Donde la fe no mata, donde el que reina es Dios.



Adiós, padres y hermanos, trozos del alma mía;

Amigos de la infancia en el perdido hogar,

Dad gracias que descanso del fatigoso día.

Adiós, dulce extranjera, mi amiga, mi alegría!

Adiós, queridos seres. Morir es descansar.





A José Palma le corresponde el honor de ser el autor del “Himno Nacional Filipino”. Desde los 17 años, componía versos, la mayoría de los cuales se publicaron en La Independencia, el órgano de la revolución. Se publicó en 1912 una colección de poesías bajo el título Melancólicas con prólogo de Cecilio Apóstol.



Himno Nacional Filipino


Tierra adorada
Hija del sol de Oriente

Su fuego ardiente

En ti latiendo está.



Tierra de amores

Del heroísmo cuna,

Los invasores

No te hollarán jamás.



En tu azul cielo, en tus auras,

En tus montes y en tu mar,

Esplende y late el poema

De tu amada libertad.



Tu pabellón que en las lides

La victoria iluminó

No verá nunca apagados

Sus estrellas ni su sol.



Tierra de dichas, de sol y amores

En tu regazo dulce es vivir:

¡Es una gloria para tus hijos

Cuando te ofenden por ti morir!





Pedro Paterno, contemporáneo de Rizal, nació en Manila, y vivió más de veinte años en Madrid donde publicó su única colección de versos, Sampaguitas, en 1880, y una novela titulada Ninay en 1885. He aquí un ejemplar de su obra poética, un breve romance:



AL ESTALLAR LA TORMENTA (fragmento)



Al estallar la tormenta
Por la playa me paseo,

Y en ver las agitaciones

Del vasto mar me embeleso.

En su inmensidad descubro

De mi amor el vivo espejo:

¡Cuántas olas luchan fuera!

¡Cuántas perlas duermen dentro!



Otro poeta, contemporáneo de Rizal y Paterno, pero no en la estatura literaria de estos dos, es Fernando Canon (1860-1938) que tiene un libro de versos publicado en 1921 con el título A la Laguna de Bay. En la siguiente poesía, el sentimiento patriótico del poeta es evidente; la patria Filipinas es la “blanca flor de montañas”:



FLOR IDEAL (fragmento)



El rocío de nubes blanquecinas

Eterniza la flor de las colinas.

Esa flor que en su cáliz peregrino

Encierra el ósculo del amor divino,

Llevado allí por las sublimes notas

Del eterno cantar de los patriotas.



Al comenzar el s. XX, se inicia aquel período en la literatura hispanofilipina que podríamos considerar la “edad de oro”, o el cenit de la literatura filipina en castellano. Aparecen durante este período Cecilio Apóstol, Jesús Balmori, Manuel Bernabé, Fernando María Guerrero, y Claro Mayo Recto. Estos escritores fueron, además de periodistas y ensayistas, poetas y dramaturgos. A pesar de la soberanía norteamericana en Filipinas, los escritores filipinos siguieron escribiendo en español.



Fernando Ma. Guerrero (1873-1929) trabajó por un tiempo para el diario “La Independencia” fundado por el patriota ilocano, Antonio Luna, poco antes de la guerra filipino-americana. Publicó dos libros de versos, Crisálidas y Aves y Flores. En el poema Mi Patria, expresa su amor patrio con un lirismo que se le hizo conocer como el “príncipe de los poetas líricos”:



MI PATRIA (fragmento)



Filipinas es un nido
Formado de hermosas flores,

Es un idilio de amores

Sobre un mar embravecido;

Es el delirio querido

Que mi cerebro obsesiona;

Es la impávida matrona

Que heredera de titanes,

Tiene por solio volcanes

Y centellas por corona



Cecilio Apóstol (1877-1938) trabajó también como periodista para el periódico revolucionario “La Independencia” y otros como “La Fraternidad”, “La Unión”, “El Renacimiento” y “La Democracia” durante los primeros años de la ocupación norteamericana. Fue miembro de la Academia Filipina. Su libro de versos, Pentélicas, pinta paisajes con imágenes vivas. Al leer sus poesías, el lector tiene la impresión de ver unas fotos o más bien, una película documentaria al estilo del National Geographic. Ejemplo de esto es la poesía Paisaje Filipino:



PAISAJE FILIPINO (fragmento)



El sol en ebriedad suprema el suelo muerde

Porque todo en la hora canicular concuerde,

Ni un hálito de brisa cruza la extensa y verde

Paz del campo, ni un ave en el azul se pierde.

……………

Lejos corre, seguida del crío, una potranca,

Un carabao lustroso en un charco se estanca;

En su lomo una garza hace una nota blanca.



Un río desenrosca las eses de su tripa,

Y asoma, allá donde su curva se disipa,

Las manchas trapecialez de sus techos de nipa.



Isidro Marfori (1890-1949) nació en Calamba, Laguna y murió en España. Fue ganador de varios premios literarios por sus poesías, ya influidas por los ismos que invadían España durante su estancia allá. Publicó las siguientes colecciones poéticas: Cadencias, Aromas de ensueño, Bajo el yugo del dólar, Sonetos, y Versos.



Sus tempranas poesías combinan trazos del romanticismo influido por el colombiano Vargas Vila y al español Bécquer, particularmente en el empleo del extremadamente individualista y romántico “yo”.



LÍRICAS (fragmento)



Aunque se diga luego

Que soy un ruín o un loco

O mi obra es la de un ciego,

Mujer, te amaré un poco.

¿Qué me importan la mofa y la histriónica risa

y el menosprecio hipócrita de los viles de rango?

Acojo la sonrisa

De tu ilusión doliente…¡Ven a mí, flor del fango!


La poesía latinoamericana dejó huellas en la poesía filipina, como acabamos de ver en esta poesía. El rubendarismo llegaba a su cima en Filipinas en los primeros años del siglo actual, y los poetas filipinos leían Azul (publicado por primera vez en 1888), Prosas Profanas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905). La sensibilidad poética de los filipinos iba mano a mano con la de sus hermanos latinos, y por eso, el Modernismo como movimiento literario tuvo un impacto tremendo en los poetas filipinos.



La influencia del poeta mexicano Amado Nervo (“Era llena de gracia el Avemaría”/ quien la vio no la pudo jamás olvidar) se replica en la poesía que lleva el mismo título, Gratia Plena, de Jesús Balmori (1886-1948). Pero era la intención de Balmori superar, y no imitar, al poeta mexicano:



GRATIA PLENA (fragmento)



Ya de ti ni siquiera en sueños me acordaba,

Pero ante el blanco altar del Santo Sacramento

Te he visto comulgando. Cuando el cáliz se alzaba

¡Tu frente se doblaba como una flor al viento!

………………….

¡Gratia plena, mujer! Cuando acabó la misa

y pasaste ante mí con la frente inclinada,

sin que abriera la alba de tu mirada:



¡Yo caí de rodillas! Y de tu encanto en pos,

Ante mi Dios pequé, miserable de mí,

Porque hasta ahora no sé si me postré ante Dios

O me postré ante ti.



Balmori fue un escritor prolífico. A los 17 años, publicó su primer libro de versos, Rimas Malayas. Dedicó también su talento a las novelas; dos de ellas fueron publicadas: Bancarrota de Almas y Se deshojó la Flor. Escribía una columna diaria de versos satíricos bajo el título de “Vidas Manileñas” en el periódico La Vanguardia. Su colección de poesías Mi Casa de Nipa ganó el gran premio de poesía en el concurso literario nacional bajo los auspicios de la Mancomunidad de Filipinas en 1940, y fue publicado el año siguiente.



Manuel Bernabé (1890-1960), galardón de muchos premios de poesía, nació en Parañaque. Tiene dos colecciones de poesía, Cantos del trópico (1929) y Perfil de Cresta (1957). Fue constante competidor de Jesús Balmori en muchas justas poéticas, y fue miembro de la Academia Filipina. En los siguientes versos de su poesía La muerte de Don Quijote, Bernabé elabora poéticamente lo que D. Quijote pronunció antes de su muerte: “Yo fui loco, y ya soy cuerdo: fui don Quijote de la Mancha y soy agora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno” (II, LXXIV):



La Muerte de Don Quijote (fragmento)



--¡Loado sea Dios, que no me pierde

en la red de mis tristes aventuras:

si viví loco, he de morirme cuerdo!

¡Adios, locuras!

……….

No se puede vivir cazando estrellas,

Porque el vivir de antaño y el de hogaño,

Está tejido con las cosas bellas

Del desengaño.



Que yo a los hombres escarmiento sea:

Como la tierra mis funestos brotes;

Y se acabe de un soplo la ralea

De los quijotes….

……………….



Claro Mayo Recto (1890-1960), buen amigo de Bernabé y también miembro de la Academia Filipina, siendo su Director y Presidente por alguna temporada, nació en Tiaong (ahora provincia de Quézon) y murió en Roma cuando estaba por ver realizado su sueño de visitar España. Víctima de un ataque cardiaco, sus últimas palabras que reflejan su nacionalismo furibundo, fueron: “¡Qué terrible es morir lejos del terruño!”



Publicó un libro de versos titulado Bajo los cocoteros en 1911, y se estrenaron dos de sus obras teatrales, Solo entre las sombras y La ruta de Damasco. Fue un apasionante patriota, y escribió varios artículos periodísticos y ensayos contra la política norteamericana, el más leído y popular siendo “Monroismo Asiático”.



He aquí un ejemplar de su obra poética. En “Las Dalagas Filipinas”, su inspiración es viril, y expresa la belleza, el amor, la mujer filipina. Su estilo combina lo clásico y modernista, pero conserva siempre su personalidad de poeta—definitivamente filipina:



LAS DALAGAS FILIPINAS (fragmento)



Dalagas del terruño, el poeta os saluda,

Coronado de flores, de ensueño y arrebol,

Y por los dioses lares y por el mismo Budha,

Os ofrenda estas rosas, novias todas del sol.

……………….

Caballera flotante cual selva enmarañada,

Que exhala dulcemente aromas de querer,

Ensoñación, delirio del alma, enamorada

De las carnes y besos de la amada mujer.

…………….

Talle gentil y esbelto como enhiesta palmera,

Donde alegres laboran las abejas su miel,

Con suave ritmo que los nervios exaspera,

Como si fuese espíritu de un viejo moscatel.



Todo un conjunto armónico y grato que envidiara

La ardiente castellana y la impasible “miss”,

La princesa que el cielo de Rusia cobijara

Y la dama que siente la fiebre de París.



Quien dice que no es bella la mujer filipina,

Que visite estas tierras de Burgos y Rizal,

Y verá que es más mística, más dulce y más divina,

La hija de los rajahs, la niña tropical.



En la obra poética de Emeterio Barcelón, notemos temas religiosos. La devoción a la Virgen María está bien clara en este poema:



Recuerdos de la Anunciación


Majestuosa gravedad

de los campos nazarenos.

Campos de misterio llenos
de casta serenidad,

Cedros y pinos figuran

unos centinelas graves

que algo misterioso auguran;

hasta el canto de las aves,

al saludar a la aurora,

no es la ordinaria, sonora

canción, que todo lo llena,

franca, abierta, juguetona,

sino mística y serena.

La naturaleza entona
religioso himno inaudito

con ecos de lo infinito.



Una poesía de honda espiritualidad inspirada por los místicos Juan de la Cruz y Teresa de Avila es esta bella poesía de Fernando de la Concepción:



DE LA HORA ANACORETA
(fragmento)



Quiero aprender la lección

Del callar enamorado:

¡Señor, oye al corazón

Que sin voz te habla, extasiado!



Pues no hay tumulto que llegue

a tu Presencia distante,

Deja que al silencio entregue

Mi palabra disonante.



A tu amor, mi Dios, respondo

Y ansío tu pecho me abras.

Un amor te doy, ¡tan hondo!

Que no conoce palabras.



Por otro lado, la poesía de Cecilio Apóstol expresa imágenes, y en la siguiente poesía, casi se ve claramente, en su descripción poética, sus observaciones pintorescas del campo filipino:



PAISAJE FILIPINO


El sol en ebriedad suprema el suelo muerde,

Porque todo en la hora canicular concuerde,

ni un hálito de brisa cruza la extensa y verde

paz del campo, ni un ave en el azul se pierde.



Un mango aislado eleva su centenaria fronda

junto un punso enano de giba aguda y monda,

que las hormigas alzan para que en él esconda

el nuno vigilante que por las mieses ronda.



Lejos corre, seguida del crío, una potranca,

un carabao lustroso en un charco se estanca;

en su lomo una garza hace una nota blanca.



Un río desenrosca las eses de su tripa,

y asoma, allá donde su curva se disipa,

las manchas trapeciales de sus techos de nipa.





“Melancolía” es una bella poesía tomado del libro Emocionario: versos de la adolescenica (1929) de otro gran poeta, Francisco Zaragoza, que sirvió como director de la Academia Filipina (1985-90):



MELANCOLÍA


En las serenas aguas de los lagos

hay como una sutil melancolía:

nostalgia de pretéritos halagos,

de recuerdos...de amor...de lejanía...



Reflejan mis ensueños de otros días

como en mudos espejos delirantes;

la historia de mis ansias y alegrías,

...¡el fulgor de sus ojos inquietantes!



¡No sé qué oculta relación alienta

entre mi alma y el místico paisaje,

que su melancolía en mí fermenta

como un acto de extraño vasallate!



¡Cuántas veces las aguas adormidas,

en que el misterio señaló sus huellas,

retrataron unidas nuestras vidas

bajo el conjuro astral de las estrellas!



Flota en el aire un halo de tristeza

que comunica un íntimo mensaje.

El alma entera se arrodilla, y reza

la oración desgarrada del paisaje.



Desfilan ante mí, mudas, cansadas

las horas sin pasión y sin ternura,

vacías, como antorchas apagadas;

frías, como olvidad sepultura.



Al contemplar el panorama incierto,

que una inquietud de lobreguez reviste,

se dijera la cámara de un muerto

¡eternamente desolada y triste!







La paradoja que se encuentra en las poesías filipinas de la Edad de Oro es, aunque se ha escrito mucho durante este período, el contenido poético refleja un tono sombrío, triste. Casi todos los poetas de este momento histórico lamentan la pérdida agonizante de la herencia española en estas islas, en particular, la lengua.


Enrique Fernández Lumba fue uno de los escritores en este periodo que lamentaba la pérdida del español en Filipinas. Secretario de la Academia Filipina hasta los años setenta, era un hombre pragmático, y se metió con mucha controversia entre los académicos cuando publicó un artículo sobre la lengua española como una "reliquia" en Filipinas. Su estilo poético es intimista y sentimental. En la siguiente poesía, expresa su tristeza por un amor perdido, y aquí se nota claramente algún paralelismo simbólico de la pérdida de la lengua española en Filipinas:



TUS CARTAS



Yo las conservo como reliquias
de un amor grande, pero ya muerto;
yo las conservo como cenizas,
como despojos de extinto fuego.

Yo las conservo con el cariño
con que se guardan tristes recuerdos,
con la amargura de un bien perdido,
con el cuidado de un pobre viejo.

Cuando las miro, suave amargura
sube a mis ojos, llena mi pecho
y hondos suspiros el alma inundan:
tristes suspiros que van muy lejos.

¿Quién me dijera que ayer en ellas
tú me juraras amor eterno,
tú me escribieras tantas ternezas
y me olvidaras muy pronto luego?

Por eso siempre cuando las miro,
dolor agudo hiere mi pecho,
porque me hablan de un amor mío
que fue muy grande, que ya está muerto...



Lorenzo Pérez Tuells nació en Madrid en 1898 y vino a Filipinas cuando sólo tenía cuatro años. Estudió en el Ateneo de Manila donde se graduó como perito mercantil. Ganó varios premios en concursos poéticos, y sus poesías aparecieron en publicaciones importantes en España y Latinoamérica. Dirigió la revista Excelsior, y en 1938, dedicó a la producción de películas. En 1947, fue elegido como miembro de la Academia Filipina y en 1956, formó parte de la Delegación Filipina al II Congreso de Academia de la Lengua. Falleció en Manila en 1956.



A RIZAL

El ave de recuerdo bate sus alas reales,
--¡oh, apóstol!,¡oh, profeta!--sobre tu blanca tumba
Tu nombre, entre una música de liras celestiales,
en el eco profundo de la historia retumba.

A pesar de la insidia del Tiempo del Olvido,
te yergues soberano--¡oh, apóstol!, ¡oh, profeta!--
en la mano una palma, pues que mártir has sido,
y un laurel en la frente, pues que fuiste poeta.

.........

Y la Patria, esa madre de todos tus afanes,
que se envuelve en el oro lustral de sus Estíos,
te invoca con el rudo vibrar de sus volcanes,
te reza con el dulce sollozo de sus ríos...

Y es que guarda en el fondo de su pecho, latente,
la llama de tu noble, libertadora, tea.
¡Puede un trozo de plomo destrozar una frente,
pero no puede nunca destrozar una idea...!



Fernando María Guerrero fue otro gran poeta de este periodo. Fue nombrado "Príncipe de los poetas líricos" por la Academia Filipina, e ingresó poco después como miembro de número. Publicó dos colecciones de poesías, Crisálidas en 1914, y póstumamente en 1971, se publicó Aves y Flores. La siguiente poesía expresa, como la de Fernández Lumba, el simbolismo de un violín silente que refleja el abandono del español en Filipinas:



EL VIOLÍN SILENTE



En parda funda, sobre el rojo marco
que orla el cristal de un deslucido espejo,
hay un violín sin cuerdas,
un violín cuyo arco,
por ser, en su abandono, casi viejo,
ya ha perdido sus equinas cerdas.

Ya quien había de tocarle ha muerto;
la futura canción se hizo pasada
por voluntad del Sino
Las manos de mi Alberto,
al llamar a las puertas de la Nada,
¡han dejado el violín en mi camino!...

Y allí está, polvoriento y silencioso,
como triste reliquia de un naufragio
en la flor de la vida.
Parece, en su reposo,
traerme el alma el único presagio
consolador: mi próxima partida!



Incluidas también dentro de este período de oro de la poesía hispanofilipina son varias poetisas que han contribuido inmensamente al desarrollo de la poesía filipina en español. Citamos a cuatro: Evangelina Guerrero Zacarías, Nilda Guerrero Barranco, Adelina Guerrea Monasterio, y Esperanza Baxter.



Evangelina Guerrero Zacarías heredó la vocación poética de su padre, Fernando Maria Guerrero, y fue una escritora prolífica. Escribió cuentos, ensayos, prosas líricas, además de sus poesías que publicó bajo el título Kaleidoscopio Espiritual. He aquí una poesía tomada de esta colección:



EL PARQUE SOLITARIO



Envuelto en sombras duerme en el misterio
de la noche plateada el olvidado
parque; glosa la brisa en el salterio
mágico del frondaje desmayado

leve cantata de sutil pesar.
Surca las ondas una azul estela
que un barco deja sobre el glauco mar.
Un ave pía con fugaz cautela...

Es una queja el canto de la fuente
que va evocando mil recuerdos viejos,
mientras sus aguas hacia el cielo miran.

Y en un espasmo de ansiedad ardiente,
se alzan hasta los astros que allá lejos
plenos de amor por su pasión suspiran.



Adelina Gurrea Monasterio nació en La Carlota, Negros Occidental. Escribió teatro, cuentos y poesías. Fue directora de la sección femenina del periódico manilense La Vanguardia, y en 1921, embarcó para España donde
vivió el resto de su vida. Su libro de cuentos titulado Cuentos de Juana, ganó el primer premio de literatura en el Certamen de la Unión Latina de París.



CON TAÑIDO DE CAMPANA



Niebla sobre la ciudad,
humo del aire y del frío,
infinita soledad
del azul corazón mío.
Niebla sobre la ciudad.

Sudor de atmósfera plena
en la tristeza de enero,
difumino de la antena
vegetal y del sendero.
Sudor de atmósfera plena.

Invitación a ensoñar
langores del corazón,
a desprender del telar
los hilos de la razón.
Invitación a ensoñar.

Con tañido de campana
de mi torre azul bermeja
aquella historia temprana
que está quedando vieja.
Con tañido de campana.



Esperanza L. Baxter es una genial y fecunda poetisa. Nació en Barcelona el 7 de agosto de 1922. Estudió en la escuela de Bellas Artes y Buenas Letras, distinguiéndose más tarde como guionista religiosa de Radio Barcelona, obteniendo por sus escritos varios premios. Vino a Filipinas en 1952 y siguió cosechando lauros ganando el Premio Zabel de Literatura. Colaboró con profusión en casi todos los periódicos castellanos de Manila, especialmente en El Debate. Fue miembro de la Academia Filipina y, por su belleza, fue “Musa”de la Asociación de Escritores Hispanofilipinos y una de las mejores rapsodas del país. Sus cantos a Filipinas testimonian su amor y afecto a esta tierra de la que fue ciudadana desde que vino de España.


RIZAL

(fragmento)



...Y Rizal, el héroe; Rizal, el filósofo;

Rizal, el lingüista, pintor y poeta,

doctor, literato, humanista,

vidente, científico y moderno profeta,

tras el veredicto, fatuo y despiadado,

de mortal sentencia,

entró silencioso y austero en capilla

con estoicismo y dignidad soberbios.

Rizal, el patriota que amó a Filipinas

con amor tan sólido y voluntad tan recia,

que, cual Nazareno, sabiendo su sino

iba al holocausto lleno de grandeza.

Iba a Filipinas a entregar su vida;

no, una sola vida; ¡cien! si cien tuviera.

Su ominoso crimen: amar a la Patria.

Su execrable idea: quererla, ¡quererla!

Sus actividades: algunos escritos

con patrios alientos,

deseando ardiente, en libertad verla.



En las hoscas horas de mi luenga vida,

cuando aún le recuerdo sus horas postreras

en la angosta celda del Fuerte Santiago,

mis ojos caducos, sangran y llamean.

Sangran de coraje, porque cual judíos,

pudiendo salvarle,

levantando armas, que, Unidad es Fuerza,

callamos cobardes, temblando en el Campo,

haciéndonos cómplices de la gran tragedia.

Y es entonces cuando viene clara

su imagen señera;

la visión del Mártir, la expresión del Héroe

en las asfixiantes horas de la espera.



Le veo pulsando sereno su Lira,

su soberbia Lira de inmortal cadencia,

dedicando su “ULTIMO ADIOS” a la Patria

adiós; todo un símbolo de ardiente elocuencia.

Adiós, hecho grito sublime en el alma;

adiós, de perdón a su afrenta;

adiós, a sus seres queridos;

adiós, a su Raza; adiós, a su Idea.

Su lucha fue vana, pero nunca estéril.

Y Rizal, más que hombre, ya todo un emblema,

marcha resignado donde no hay esclavos,

donde no hay verdugos, donde Dios impera.



Amanece el día del vil sacrificio...

y a las oquedades de su húmeda celda

penetra el cortejo que ha de dar al héroe,

del documento a firmar su sentencia.

Rizal, el valiente, el caballeroso,

recoge la pluma con gran entereza

y escribe su firma con una elegancia,

con un predominio, con una destreza,

que asómbrase el grupo al ver estampada

la firma del héroe con su mejor letra.

Y doblando el pliego de tinta aun húmeda,

con cara impasible, del reo se aleja

el grupo plomizo de protocolarios,

delatando el paso sus acciones bélicas.

Después...¡las tinieblas! En la celda umbría.

Rizal queda sólo en aquella tragedia

que se hace gigante, se hace apocalíptica,

a medida que avanzan sus horas postreras.

E inicia solemne unos pasos sincrónicos

en aquel rectángulo de indigna vivienda,

con una esperanza que se desvanece,

cuando se convence,

que la Patria exige su mortal Ofrenda.

Y así, extenuado por presentimientos,

en humilde silla se vence el Poeta,

rindiendo sus codos sobre un escritorio

a la luz vacilante de pálida vela.

Y es entonces cuando, de repente,

con toda su fuerza,

emerge estallante de luces y ardores

¡su lira soberbia!



Su Lira que enciéndese en pira sagrada

en aquella estancia de plúmbeas tinieblas,

al trazar los primeros renglones bellísimos,

las sílabas cumbres, de intensa elocuencia,

de su despedida a la Patria adorada,

su inmortal Elegia Patética,

que entrará palpitante de vida

en la propia Historia cual obra Maestra.

El adiós que le exalta a la cumbre más alta,

a la cuádriga de oro, do incrústase egregia,

la divisa triunfal hecha tríptico

de: LA PATRIA, RIZAL Y BANDERA.

Ya cruza el camino que, de Santiago

hasta Bagumbayan le dista una legua.

Lo cruza sereno, arrogante, austero,

con el propio paso y el alma despierta,

y una mezcla extraña de melancolía

que su faz altera,

al dejar el suelo de su Filipinas,

no, dejarlo en alma; mas sí, en la materia,

que, vibrante nota será para el oído...

a generaciones sobrevenideras.

Por fin llega al cuadro que en el Bagumbayan,

ocho filipinos en armas esperan.

Rizal cruza firme, sin perder la calma,

gentil, sin reproches, sin la menor queja.

Mas, ruega a aquel grupo que se halla en funciones,

el ser fusilado mirando la Enseña,

porque por la espalda mueren los traidores;

y a la hispana causa jamás él lo fuera;

ni lo hubiera sido,

porque siempre un hijo a la Madre venera.



Mas...¡le es negado!

Y una vez repuesto de esta nueva afrenta,

volviendo sus ojos del martirio ungidos,

a los que presencian la trágica escena,

les dice: “Muero perdonando, sin resentimientos,

a los que sin causa así me condenan.

Por la patria acepto gustoso tal paso,

pues sé que algún día será mi Odisea...”

..........





Nilda Guerrero Barranco, la hija menor de Fernando María Guerrero y hermana de Evangelina Guerrero Zacarías, publicó sus producciones literarias en varios y revistas en Manila. En 1964, obtuvo el Premio Zóbel por su colección de cuentos y prosas sentimentales bajo el título de Nostalgias. Fue elegida miembro de número de la Academia Filipina en 1980. La siguiente poesía viene de su colección de poemas, Capullos (1982):



DIA OTOÑAL


Se tornan flavas las hojas. Caen silenciosas
Y alfombran con su color rojizo los caminos.

Una a una van cayendo...Giran tumultuosas;

Aletean en el aire, dos, tres, cuatro, cinco...



Y quedan sin veste los árboles, y sus troncos,

Cual gigantes airados con mil brazos enjutos,

Muerta su belleza bajo el azote de otoño,

Avivan y exacerban los pesares ocultos.



Cielo brumoso fimbriado de hoscos nubarrones

Como una vieja arrebujada en negros mantones;

El crepúsculo triste, la brisa fría y seca,



Y el alma doliente de saudade languidece

Entre un montón de hojas secas que el aire estremece

Y esparce como quimeras que el viento se lleva...



En los años sesenta, surgió una nueva generación de poetas filipinos en castellano, influidos por los ismos que caracterizaron a los poetas vanguardistas después de la Primera Guerra Mundial. Estos poetas conocen a Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Gerardo Diego, Octavio Paz, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Federico García Lorca, etc.

Además del castellano, estos poetas escribieron y siguen escribiendo en otros idiomas, inglés en particular, algunos en francés, y otros en los idiomas filipinos como el tagalo, cebuano, ilonggo, e ilocano. Escriben en varios estilos y temas; del verso libre y prosaico, a las métricas tradicionales; de temas surrealistas, dadaístas y de protesta, a temas realistas, religiosos, y pacíficos. Escriben en el estilo vanguardista, pero vuelven a los clásicos en forma y contenido, tomando los temas y los estilos literarios de los clásicos castellanos: Quevedo, Valle Inclán, Góngora, Santa Teresa de Jesús, Jorge Manrique, Garcilaso de la Vega, etc.

Los que más se definen en este grupo de vanguardistas filipinos son Federico Espino Licsí, Guillermo Gómez Rivera, Ángel Estrada, Edmundo Farolán, G. Burce Bunao, y Gilbert Luis Centina III.

En la poesía de Federico Espino Licsí, Romance de la cita desdichada, vemos un ejemplo del romance tradicional donde el poeta utiliza los temas de honor y venganza en el contenido poético, pero utilizando un escenario filipino donde estos temas llevan relevancia. Es un romance, diríamos, más contemporáneo, más gráfico, mucho más corto, donde el poeta usa las imágenes poéticas de la flor para referir al instrumento sexual cortado de su cuerpo, una rosa que pierde su vida, una rosa que "sangra en el suelo,/sin pétalos, sin espinas."

Espino Licsi, concentra sus poemas en el romanticismo tradicional, y producía sus poesías con la disciplina del verso tradicional. Escribe en inglés, español, y tagalo, y fue premiado varias veces con el prestigioso Premio Palanca de Literatura en Filipinas. He aquí el romance:

ROMANCE DE LA CITA DESDICHADA

Sigue el viaje de la Luna.
Sigue la secreta cita.
Mozuelo alto, moza baja
y un verde rumor de brisa.
Arde el mozuelo fornido
hundido en la íntima sima,
el pez de su amor cambiándose
en una rosa encendida,
y la Luna pudorosa
quiere esfumarse de prisa.
En el silencio sangriento,
¡Qué meloso es el descanso
cuando la flor se marchita!
De repente, tres mozuelos,
hermanos de la mocita,
con fríos cuchillos entran
en el lugar de la cita.

Es ágil la venganza
en la selva filipina
y mientras la Luna asoma
tras las nubes blanquecinas,
la rosa sangra en el suelo,
sin pétalos, sin espinas.



Guillermo Gómez Rivera, por otro lado, fue y sigue siendo el quijote del grupo, el batallador para la sobrevivencia del español en Filipinas. Escribe en inglés, español e ilonggo, y fue coronado Príncipe de los poetas ilonggos. Escribió tres libros de gramática, varios ensayos en defensa del español en Filipinas, una obra de teatro El Caserón, y un libro inédito de poesías. Fue otorgado el Premio Zóbel de 1975 y en 1984, ingresó como miembro de número en la Academia Filipina. Hoy día es el director del semanario, Nueva Era, uno de los dos semanarios en español publicado en Manila, el otro siendo Nuevo Horizonte.

Su poesía que más se destaca es Fulgor de Jades, dedicada a Primi, una estrella de baile, una creación a la Pigmalión de Gómez Rivera, también un danzante de flamenco y fundador del grupo de baile español de la Casa de

España de Manila.





FULGOR DE JADES


Una sonrisa. Siempre una sonrisa
amanece lenta en tu faz morena;
luz recién resurrecta que te riza
los sueños de mujer: santa o sirena.

Aunque no tengas la blanca forma
de sueños helénicos, siempre llevas
prendido en los fulgores de tu norma,
el encanto bíblico de las Evas.

Ven. El duende te invita a sus salas.
Se abre la puerta de la danza poética,
flor que estalla al mundo, plena de galas
en la rútila noche de la estética.

La mantilla. La cintura de avispa.
Los palillos. El frufrú de tu enaguas.
El destello de tus jades. Son chispas
de luz que alumbran tus secretas aguas.

Ven. No tardes más. Que el duende te espera
para colmarte el rostro de alegrías.
Entra y recorre la mágica esfera
del arte: de la danza que es poesía.